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mardi 2 août 2016

Pajas - 71











Besos desde Barcelona...left

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dimanche 24 juillet 2016

Despertándolo a base de pajas

Si hace poco que vivís con vuestra pareja, seguid el consejo de estos jóvenes gays, porque así le gusta a un tío que le despierten por la mañana... Fijaos cómo le agarra la polla su amigo mientras aún duerme, juega con esa erección matutina tan sugerente y luego se la chupa y se lo folla para que luego vaya durante todo el día un poco cansado, vale, pero con una gran sonrisa.
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samedi 11 juin 2016

Haciéndole pajas hasta que se corre

Bueno, vale, el vídeo es cortito, no es que este chico con esos tremendos pectorales dure tan poco, es que han cortado prácticamente al final, cuando está prácticamente corriéndose ya. Y es que cuando otro tío te hace unas pajas así no puedes hacer otra cosa que dejarte llevar.
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vendredi 20 mai 2016

Pajas - 70











Besos desde Barcelona...left

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lundi 25 avril 2016

Día duro para un profesor.


Yo lo único malo que le veo a este vídeo es que nos lo sirven en baja calidad (360p máximo) y hombre, a  estas alturas de siglo, podrían haberlo procesado a HQ como mínimo (lo de HD lo dejamos pal siglo que viene) Por lo demás, dos peazos tíos como fuertes y altos como armarios, y que además son profesores y que se lían entre ellos en un descanso entre clase y clase... ¿No te da morbo?



Bueno, si alguien tiene alguna información sobre este vídeo que nos la haga llegar.
Muchas thank yous.
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mardi 29 mars 2016

Un buen masaje con mamada incluida

No hay nada mejor que un buen masaje relajante con final feliz. Este chaval lo sabe muy bien, así que se ha dejado masajear por uno de sus compañeros de clase y no veas como han terminado. Te haré un adelanto, a terminado todo lleno de leche!
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dimanche 24 janvier 2016

El desahogo de papá - Relato.

EL DESAHOGO DE PAPÁ

Por Súper Mkin

Mi mujer Maria José, mis dos hijos, Álvaro y Elena, y yo -voy a omitir mi nombre- vivimos en un piso en el centro de Barcelona. Aunque mi mujer y yo somos jóvenes nuestra relación de pareja fue cada vez a menos y uno de los motivos que lo ocasionaron fue la falta de sexo. Mi mujer siempre me ha reprochado que estoy muy salido y que no puedo pretender follar todas las noches, pero ¿por qué no? Esta sequía de sexo por parte de ella nos fue separando y aunque no nos llevamos muy mal del todo, y delante de los niños, familiares y conocidos parecemos una pareja muy feliz la realidad es que yo no lo soy. Ella dice que si lo es, y debido a eso, a los niños, etc... seguimos juntos. En ocasiones cuando discutimos a solas, si se mosquea mucho se va a casa de sus padres que viven dos bloques mas arriba del nuestro, en la misma barriada, y duerme allí con la niña. Álvaro como es más independiente se queda a dormir en su cama. 
Mi hijo siempre ha estado muy sobreprotegido y mimado por su madre. Siempre ha sido muy reservado y aunque conmigo se lleva muy bien y yo veo que es demasiado frágil. Lo quiero tanto que nunca me he portado frio ni distante con él, al igual que con mi hija. Cuando Elena nació, pusimos la cuna en nuestro dormitorio, con lo que perdimos un poco de intimidad (si es que nos quedaba alguna) y más tarde cuando no se necesitaba la cuna, Maria José comenzó a dormir con mi hija en nuestra cama. Esta era la excusa perfecta para que no durmiéramos juntos mi mujer y yo. De esta forma a mi solo me quedó para dormir el sofá o la cama de mi hija que estaba vacía claro. En resumen que el único sexo que yo tenia era o muy esporádico o con mi propia mano...
Una de nuestras discusiones en las que ella se fue a casa de sus padres estuvo casi dos semanas. Mi hijo tendría entonces unos 17 años y se quedaba a dormir en su cama. Aquella noche en cuestión él estaba con su madre y su hermana, en casa de sus abuelos. Yo hablé con Maria José por teléfono y me dijo que en cuanto cenara Álvaro se iría a dormir. No tenia mucha hambre y estaba viendo la tele, un programa de esos de sábado noche con mucha tía buena y mucha teta fuera. Entre una cosa y otra me pues muy cachondo y me fui al dormitorio a desahogarme ya que todavía no venía mi hijo. Me senté en nuestra cama y cogí del cajón de la cómoda unas bragas de mi mujer, comencé a olerlas, aunque limpias podía reconocer un leve olor que a pesar del tiempo me era muy familiar, comencé a pasarle la lengua una y otra vez y aspirar aquel aroma a rajita mientras me la machacaba con la otra mano.
No se como ni de que forma, pero percibí una extraña sensación. No estaba solo y cuando mire hacia la puerta entreabierta de la alcoba vi a mi hijo observándome. El se dio cuenta de que lo vi y siguió hacia su cuarto como quien no había visto nada. Yo me quedé de piedra y cuando reaccione solté rápidamente las bragas, me apresuré a subirme el pijama y acomodé mi polla lo mejor que pude antes de salir del cuarto para tratar de averiguar cuánto había visto mi hijo. Muy nervioso y cortado llamé a su puerta y le pregunté que cómo había cenado tan pronto.¡Menuda pregunta!  Mi hijo me dijo que logró convencer a su madre para cenar en casa, que estaba más cómodo aquí. Era normal su madre lo controlaba mucho y yo le daba mas libertad.
No me refirió nada de lo ocurrido, ni yo tampoco lo hice. Me preguntaba si llevaría mucho tiempo observándome cuando yo me percaté,  y aunque estaba algo inquieto por lo ocurrido, no dejaba de pensar que al fin y al cabo yo estaba haciendo algo muy normal y que cuántas veces lo habría hecho él en la intimidad...
No mucho tiempo después de aquello mi mujer volvió a quedarse en casa de sus padres, porque su madre estaba algo enferma. También se llevó a la niña, por supuesto... Aquel día en el trabajo se incorporó una chica nueva en mi departamento. Tendría unos 27 años y un cuerpo escultural. Estuve todo el día cardíaco. No atinaba a lo que hacía y creo que la tía le iba el rollo, porque estuvo todo el tiempo tonteándome. Llegué a casa del trabajo y estaba muy caliente. Sólo quería ir a mi dormitorio y cascármela como un mono. Ya en el ascensor me mire el pantalón y note como mi polla estaba pidiendo guerra...

Pero no fue tan fácil. Mi hijo estaba allí esperándome. Quería contarme una discusión con su madre que lo había enfadado mucho. Yo intenté esquivarlo pero al ver que estaba algo afectado decidí escucharlo. Nos sentamos a hablar y cuando terminamos, se quedó mas tranquilo y comenzamos a tontear y a luchar en broma. A él le gustaban mucho esos juegos porque yo lo cogía y lo zarandeaba de un lado a otro como cuando era más pequeño. Le rodee con mis brazos y lo levanté del suelo y en uno de los zarandeos la espalada me dio un tirón. Entre risas y quejidos me tumbe en el sofá, y le dije que ya estaba muy grande para hacerle eso. El se me tiró encima y me dijo que el que estaba mayor era yo. Entonces me percaté que mi erección no había terminado de cesar del todo, de manera que mientras lo aparté me senté en el sofá y le dije que estaba muy cansado, y que me dolían mucho los pies, que me iba a acostar. Álvaro me dijo que conocía una técnica de masaje para los pies que relajaba mucho. A mi no me pareció muy buena idea en aquel momento, pero cuando me quise dar cuenta ya tenía los zapatos fuera y me estaba quitando los calcetines. Le insistí en que tenia los pies sudados y él me dijo que no le importaba, que para eso era yo su padre.
Mi hijo comenzó a darme un masaje en los pies. Subía hasta los gemelos y volvía a bajar. Me estaba gustando más que comer con las manos, y de repente me imaginé las tetas de mi compañera de trabajo sobre mis pies. De nuevo mi polla iba a reventar mis pantalones; me hacia tanto daño que sin pararme a pensar en las consecuencias, me tuve que desabrochar el pantalón, que entre abierto dejaba ver mis calzoncillos tremendamente abultados por mi verga. Álvaro me tira de la parte inferior de los pantalones para sacármelos, y llevado por mi calentura, apoyo mis manos en el sofá para levantar la pelvis y facilitarle la tarea. Es obvio para los dos que estoy muy cachondo, y mi hijo sube sus manos masajeándome los cuádríceps, rozándome los huevos de vez en cuando. 
Noté mi calzoncillo algo húmedo del líquido que rezumaba mi polla. Con la cabeza inclinada hacia atrás y ciego de lujuria, separe las rodillas dejando ante su cara mi enorme paquete. Entonces pasó, sin verlo, ya que tenia los ojos cerrados. Noté como mi hijo me bajaba los calzoncillos y sin hacer nada para detenerlo, noté como me cogía la polla y empezaba a masajearla de arriba abajo, masturbándome, mientras que con la otra mano me acariciaba los huevos. Aquello era más de lo que nadie había hecho por mí en mucho tiempo, pero no acabo ahí. Estaba tan excitado que no creí lo que estaba pasando. Ahora mi propio hijo estaba lamiendo la polla de su padre, y de un solo movimiento se la metió entera en la boca. Para entonces yo ya tenia los ojos bien abiertos aunque seguía sin creer lo que veía.
Lo único que quería era desahogarme y para mi mejor disfrute cogí la cabeza de mi hijo y la apreté contra mi polla una y otra vez, arriba y abajo hasta conseguir correrme como nunca lo había hecho con su propia madre. Llené su boca de semen y vi como se lo tragaba. Cuando me corrí deje caer mi espalda contra el sofá y tras recuperar el aliento le di las buenas noches a mi hijo y me fui a mi cama.
Me acosté y no tardé en dormirme. Por la mañana llegaría el momento de asimilar todo lo ocurrido. Me lo había montado con mi propio hijo. Mi hijo era marica ... y yo ... ¿también era marica?
Decidí actuar con normalidad, como si no hubiera pasado nada y no hablar del tema ni con mi hijo, ni con nadie más claro. Tiempo habría para todo lo demás.
FIN.

Nota: Este relato fue subido el 3 de diciembre de 2012. Lo que hice entonces fue enlazar el relato, más que reproducirlo íntegro en el blog. La web donde se alojaba este relató cayó, y con ella el relato. Ahora lo recupero para vosotros. Espero que os guste tanto como a mi.
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vendredi 1 janvier 2016

Pajas - 68











Besos desde Barcelona...left

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mercredi 30 décembre 2015

Me prendí de mi hijo. 2ª Parte.

Me prendí de mi hijo 2
... Justo deja de chuparla y los primeros chorros fueron para su cara y el resto a mi pecho y abdomen. Grité con furia al correrme. Y después, aturdido, me incorporo sobre el lecho y lo veo con los chorros de mi leche en su cara y me dice:
-¡Perdón, traté de tragarla más cuando te veniste, pero es muy grande! ¡No pude, Pa!(...)
Y en eso escuchamos entrar el auto de mi mujer y ambos nos pusimos en modo pánico. Salimos corriendo, pero me percaté de los chorros de semen que tenía en su cara...
-¡Corré al baño, ya Rafael! -exclamé.
Y permanecí en el cuarto sin saber qué hacer. Estaba más caliente que nunca, tenia la pija todavía dura y sólo deseaba calmarme de una jodida vez...




... La tensión se resolvió cuando mi hijo abandonó el cuarto de baño: simplemente se remojó su rostro lampiño, como los gatos, y se refrescó la cabeza. Pasó frente a mi dormitorio sin apenas mirarme y, escaleras abajo, se reunió con su madre. ¡Que sea lo que Dios quiera!, me dije a mi mismo y no se me ocurrió otra cosa que meterme en la bañera para relajarme y calmar mi excitación. Cuando salía de bañarme escucho que mi mujer le dice a Rafa que las niñas se quedaron a cenar en casa de la abuela y que si quería lo acercaba, pero el muchacho prefirió ir en su bici, a reunirse con ellas. Yo mientras tanto esperé a que mi mujer volviera a la recamara y le hice el amor como unas tres veces esa tarde. Espero que no estés caliente con alguna pendejita y te la estés desquitando conmigo, me dijo ella un poco en broma entre cogida y cogida. Yo solo reí y la llené de besos. Amo a mi mujer con todo mi ser, pero sentía deseos carnales hacia mi propio hijo. No podía borrar de mi mente la hermosa mamada que me había dado mi Rafael. Mi morbosidad no paraba, porque en el fondo yo tenia ganas de cogermelo por el culo. No podía frenar esos deseos. La culpa de vez en cuando aplacaba el ansía de tenerlo penetrado, pero ésta siempre volvía con mas ganas. Para curarme en salud y no desquiciarme, decidí esquivar a mi hijo un tiempo, con la idea de dejarlo solo para chequear si se había arrepentido. Sin embargo, algo en mi fuero interno me decía que no.
Un fin de semana, por cuestiones laborales, tuve que ir a otra provincia, al otro extremo del país. Yo trabajo en banca, y en esos años estábamos en expansión por toda la nación, tras la famosa y escandalosa fusión entre los dos míticos bancos que arruinaron a tantas familias. Como sea, la persona que mandábamos a supervisar una nueva sucursal había renunciado, y me endosaron la tarea. Invité a mi mujer a que me acompañara, ya que yo resolvía todo el viernes y sábado en la mañana y tendríamos sábado a la tarde y todo el domingo para pasear. Ella no aceptó por no sé qué evento importante que tenía con una de sus amigas, y me indicó que podía llevarme a Rafa, del cual afirmó que andaba últimamente un poco distraído. Me negué diciéndole que él no iba aceptar para poder quedarse con sus amigos durante aquel fin de semana, pero para mi sorpresa el viernes a la mañana cuando me ya iba mi mujer me advierte: tengo una sorpresa ya se quien va a ocupar mi pasaje, y aparece mi hijo con su mochila lista, y lleno de felicidad me dice:
- ¡Cómo no me vas a invitar, pa! -exclama - ¡Ya sabés que me hace muy feliz poder acompañarte!
¿Fin de semana de intimidad entre padre e hijo? Bueno, lo cierto es que ambos lo necesitábamos. La oportunidad de poder hablar sin interferencias, me refiero a su madre y las niñas, o quizá sus amigos, parpadeaba frente a mi como las luces intermitentes de un auto. Y a fe que los dos teníamos mucho de que hablar para destensar aquella anómala relación de padre e hijo en la que estábamos cayendo. Así que partimos, y todo trascurrió normal hasta el sábado a la tarde, cuando le pregunté qué quería hacer, que si quería salir a pasear. Y el angelito me dijo que se sentía mal, que se quedaría en el cuarto del hotel, que me fuera yo solo. Obvio que me preocupé y decidí quedarme con él. Nada más entrar en nuestro cuarto del hotel, me dice:
- ¡Ya me siento mucho mejor, repetimos lo de la otra vez porfa!
¡Qué incauto fui otra vez! ¡Trampas y argucias adolescentes! Tensión y espanto en mi rostro, deseo en el suyo. Realmente, ¿aquello estaba sucediendo de verdad?
- ¡No hijo, estoy muy cansado! -fue mi respuesta. No fueron necesarias más palabras.
Él tristemente asintió y nos acostamos a dormir. La tarde languidecía a nuestro alrededor y las calles y los parques de aquella ciudad de provincia se volvieron inhóspitos. Dormimos una inusual siesta, acostados los dos en un mismo lecho, dejando libre el otro, como mudo testigo de lo que acontecería después. Y así, con el rostro de mi hijo recostado sobre mi pecho, me adormecí y soñé que yo volvía a ser un pibe lampiño, y que mi papá era en verdad mi hijo Rafael. Todo este embrollo mental sólo tenía su lógica en aquel extraño universo onírico. En él, mis hormonas adolescentes estaban a full, y mi papá, o sea mi hijo Rafael, me explicaba que los cambios hormonales son pasajeros, pero que nos hacen hombres, y que en ocasiones tienen efectos secundarios, como por ejemplo, que a los varones, se nos paraba la pija todo el tiempo. En este sueño tan estrambótico, yo le escuchaba decir todo aquello de corrido, pero había algo que no cuadraba: mi papá tenía cara de adolescente, y apenas se afeitaba. ¿Cómo podía ser? ¿A vos se te para la pija todo el tiempo, verdad hijo? me decía él. Para mi sorpresa, me abría el cierre del pantalón vaquero y alcanzaba mi verga, que parada, palpitaba, dura y férrea entre sus manos. A continuación, mi padre-hijo se arrodillaba frente a mi y decía algo así como 'esto sólo lo puedo arreglar yo, hijo'. Y se tragaba mi polla en un abrir y cerrar de ojos. Me desperté súbitamente sólo para darme cuenta de que en aquella habitación alguien se estaba comiendo mi verga. Y la realidad cayó sobre mi como una aplastante avalancha. Rafael me estaba mamando la pija con todas sus ganas, sus dos manos aferrando el tronco de mi virilidad.
- ¿Te gusta ahora? -preguntó cuando se dio cuenta que yo lo observaba, no se si horrorizado, no se si medio alelado y acaso algo encantado ante aquel cuadro. - ¿Lo hago mejor que antes? -añadió.
No me quedó otra que dejarle hacer porque se le veía loco con mi pija, y no cesaba de chuparla hasta lograr masturbarme sólo con su boca, para después centrarse en lamer la cabeza de miembro. Admito que de la parálisis pasé, en modo directo, al éxtasis. Me tenia loco del placer que me daba y se me escaparon gemidos de placer, tal vez muy escandalosos, pero me importó un carajo. Luego de un rato se levanta y se sienta en mi panza, permaneciendo un tiempo en silencio, acariciándome la verga.
- ¡Practiqué mucho con un pepino para que no me duela, pa! - dijo - Quiero que seas el primero en que me llene el culo de leche.
Yo no podía creer cómo me hablaba mi hijo. ¡Estaba desesperado por mi pija! Me lo demostró al instante sentándose acomodándose sobre ella: tomó mi pija y se la colocó en la entrada de su ano, que previamente lubricó con dos salivazos. Mientras se sentaba sobre mi polla, una expresión felicidad emanó de su rostro. Y tras un largo y fuerte gemido, sus nalgas tomaron contacto con mi pubis, acariciando mis huevos. En esta posición, empalado, se las arregló para alcanzar mi rostro y besarme por todos lados .Yo iba dejando de a poco que mi pija se adaptara a las entrañas de su culo, incapaz de mover un sólo músculo por no romper el momento que a solas, yo tantas veces deseé. Ya veía su cara de dolor, pero él no se quejaba. Yo le preguntaba si estaba seguro de querer seguir con aquello y me decía que si, que tenía ya tiempo que quería eso. Cuando menos nos dimos cuenta, nos giramos, quedando él abajo con sus piernas en mis hombros y empecé muy despacio a meter y sacar mi pija, follándomelo. Su rostro de pibe con sus labios tan rosados, brillantes y un poco hinchados, y expresión felicidad me trasmitieron seguridad, y me pareció que su corazón se le iba a salir del pecho. Sus ojos que no los podía mantener abiertos, y su voz y sus gemidos que traían descontrolado. No hubo tabúes. Y no fui consciente de que lo estaba culeando con toda la furia, y yo ya gritaba y gemía, y me excitaba desesperado. Era como que no podía dominar ese bombeo infernal. Le besaba el cuello, las tetillas hermosas, esos labios hinchados, y ya ahí sentía como mi pelvis chocaba contra sus huevos y mis huevos chocaban con sus glúteos. No me podía controlar. Parecía que llevase sin coger años de la forma que me estaba cogiendo ese culo, tan calentito, tan apretadito, y tan deseado. Inevitablemente tanta desesperación me llevó a que en poco tiempo terminara con toda mi leche dentro del culito de mi hijo. Caí sin aire encima de él y recuperando la respiración, intenté salirme pero él no lo permitió. 
-¡No, por favor no me la saques! -susurró- Sigue moviendo así despacito que me gusta.
Para mi sorpresa mi pija seguía dura como piedra, mientras me giraba y la acomodaba para quedar en posición de cucharita, Él cada vez que sentía que mi pija salía un poco empujaba con fuerza, logrando que se quedara toda adentro. Estaba vez tampoco me di cuenta de que fue en esta postura que empezamos a coger de nuevo. No me sorprendí apenas, disfrutando mi de pija dentro de su hermoso culo, y más desesperado me ponía sentir cómo lo gozaba de placer. Pronto estuvimos él boca abajo y yo encima. En ocasiones no pude evitar enderezarme un poco para ver cómo entraba y salía mi pija de su culo, al compás de sus terribles gemidos y bufidos. ¡De pronto me vi a mi mismo como un adolescente que tuviera su primera vez y que descubría la dicha al máximo! Olas de placer me inundaron el ser, y de repente empecé a sentir como su culo se contraía y, al hacerlo, succionaba mi polla. Ese placer fue mayor aún que antes; algo que a mis 43 años jamás había sentido con mi propia mujer en ninguno de nuestros jueguecitos. No pude controlarme y en medio de un grito desgarrado, empecé a largar toda mi leche de nuevo dentro de su culo. Aquella extraña succión continuó mientras me corría, y llegó a su punto álgido cuando mi hijo exclamó sorprendido:
-¡Me estoy corriendo, pa!
Cuando al cabo recuperamos de nuevo la respiración, me dijo:
- Pa, terminé sin siquiera tocarme. ¿Algo anda mal?
- ¡No bebé, es normal eso! -le dije.
Le expliqué lo de la próstata, que con mi pene, de alguna manera, alcancé a estimularle, logrando provocar un orgasmo sin que él tuviera que hacer nada más, ni siquiera tocarse. Naturalmente, aquella explicación no le aclaró mucho sus dudas, pero como yo insistí que en todo estaba bien, los dos nos fuimos a bañar, y al poco caímos rendidos sobre la cama. Una cena fría de room-servicefue lo único que nos sacó del lecho, esperando a que se presentara la señora culpa, junto con el señor remordimiento. Al otro día cuando me desperté se presentaron los dos, juntos y de la mano, mientras yo luché por mantener vivos los recuerdos de la hermosa noche que habíamos pasado. Pero ganó la culpa, y le cedió el paso al remordimiento. En ese punto, lo único que cabía hacer era alistarnos para volvernos.
Al llegar a casa apenas abro la puerta, estaba un compañero de trabajo de mi esposa. Me sorprendió que se pusiera tan nervioso y que hablara tan alto. Nos dio la bienvenida, y buscó crear una de esas conversiones absurdas para momentos absurdos: que si el tiempo, que si el tráfico, que si el gobierno y los impuestos... Al rato apareció mi esposa también como nerviosa, le agradeció por llevarla y él se fue. No lo voy hacer mas largo, pero después de tantas discusiones por esa situación mi esposa me confesó que me era infiel, que lo único que la ataba a mi era los hijos y el buen sexo. Yo me quede sin saber qué hacer. Mi vida pareció deshacerse un sólo fin de semana. De esposo idílico y padre ejemplar, pasé a ser un padre incestuoso, y un cornudo marido, por partida doble. No me apetece entrar en detalles. Ella decidió irse y terminamos separándonos en buenos términos: mis hijas decidieron irse a vivir con ella, pero Rafa me pidió que quería irse conmigo. Pasó mucho tiempo después de la separación, como unos seis meses, yo aún pensaba más en ese ultimo tiempo en la noche que pasamos con Rafa cuando viajamos a la provincia que que en mi ex esposa. La evocación de ese recuerdo me absorbía todo mi tiempo, y mi cordura. No entendía qué me pasaba. Moría de ganas de cogérmelo de nuevo, pero si pensaba en otro hombre me daba asco, y me invadía un sentimiento de repugnancia. Fueron días extraños. Ya en ese tiempo de abstinencia, porque nunca más volví a dormir con él, de sólo verlo se me paraba la pija, y dura como una vara de acero, me pedía acción. Acepté que, fuese por la razón que fuese, lo que me pasaba era muy peculiar: se trataba sólo de una atracción sexual hacia mi hijo. Yo no era homosexual y punto. Como no me apetecía averiguar qué de verdad había en la última parte de esta aseveración, decidí dejar todo atrás y olvidarme. Pero no podía. Con la verga dura a todas horas, como un adolescente, terminaba masturbándome como un loco, recordando aquella noche, anhelando a mi hijo. Podía aceptar la realidad del incesto, pero verme a mi mismo como un marica, sería como desgarrarme por dentro. Una noche entró Rafael a mi habitación, pidiendo hablar conmigo.
- Siento que por mi culpa te separaste de mamá -dijo- ¡Te ruego que perdonés!
Le abracé y le aclaré cómo había sido todo, y le pedí que no por eso tenia que odiar a su madre, que esas cosas pasaban aveces en algunas parejas. Charlamos mucho de esos temas hasta que se quedó dormido. A mi lado, le vi de nuevo como un niño y me adormecí abrazado a él. Cuando abrí los ojos y me desperté, comprobé que para mi sorpresa, que me había destapado y tras haberme bajado mi piyama y se dedicó a darme una hermosa mamada. Esta vez le dejé hacer, y sin oponer resistencia alguna me dejé llevar por el placer. No aguanté mucho y en menos de 10 minutos le estaba llenando la boca de leche. Esa noche cogimos sin descanso. Cada día esperaba que él llegara para pedirme que lo cogiera toda la noche, y yo accedía. Y fue así como los dos caímos en una rutina sexual de la que no podíamos escapar. Tanto ajetreo no lo pude seguir, mi cuerpo no respondía tanto a sus exigencias, y en ocasiones sólo yacíamos en el lecho el uno al lado del otro. Hasta que un tiempo después me confesó que le gustaba mucho un chico del gimnasio que lo había invitado a tomar algo. Salió y volvió tan feliz de su cita, aunque seguía pidiéndome que lo cogiera. Tuvo varios amoríos y encuentros de sólo sexo, MI hijo simplemente venia y me lo contaba sin ningún tipo de pudor. Cuando conocí a otra mujer le dije que tenía que permitirme ser feliz con ella. 
Él lo aceptó.
Actualmente sigo en pareja y mi hijo vive solo desde hace ya cuatro años. Cada vez que lo visito, si estamos solos, a la pequeña insinuación que me hace terminamos cogiendo como locos desesperados. Él ahora está en pareja y es aparentemente muy feliz con este chico, que se nota que lo quiere muchísimo. Por el momento hace ya un muy buen tiempo que evito cualquier situación que nos pueda llevar a terminar cogiendo. No quiero ni deseo comprometernos. Vamos a ver cuánto duro sin ese culo hermoso de mi hijo, el cual por cierto es ya todo un hombre, a quien le gustan los hombres... casi tanto como a mi.
La culpa siempre estuvo por esta sociedad donde hemos sido criados. Y para sobrevivir, debemos erigir muros que nos protejan. 
Pero a mi siempre me ganó el morbo sin poder controlarlo.
FIN.
Autor desconocido.
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Extraido de Relatos Para Hombres.

Este relato es una edición especial para Sin Manías del relato titulado Morbo por el culo de mi hijo.
Pincha aquí para leer la primera parte del relato.

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mercredi 16 décembre 2015

Me prendí de mi hijo. 1ª Parte.

Me prendí de mi hijo 1
Después de leer algunos relatos, admito que muchos me gustaron y me motivaron a contar mi historia con mi hijo. Es una historia más sobre la relación entre un padre y su hijo.  Les debo reconocer que contarla es también una forma de desahogarme, porque es un secreto sólo de nosotros dos, y la mayoría de las veces he pensado que fue por mi culpa, pero eso se los dejo a criterio de ustedes.
Todo comenzó en el año 94, cuando yo contaba con 43 años de edad. Soy padre de tres hijos. Mi hijo mayor Rafa, y mis hijas Eva y Sofi, que en ese año tenían 16, 12 y 10 años respectivamente. Con mi esposa, Marcela, siempre tuvimos muy buen sexo. A pesar de ser muy reservada, logré que en la cama se desinhibiera al 100%. Encaminados los dos al placer y al disfrute de nuestros cuerpos, en ciertas ocasiones y a modo de estimulante, en nuestra particular aventura sexual, consumíamos pornografía. A fuerza de probar en libertad, ambos consensuados, conseguimos realizar algunas escenas inspiradas en cualquier película porno de las que habíamos visto a solas, los domingos por la tarde, cuando los niños la pasaban en casa de sus abuelos. Quizá esto último no signifique nada, sin embargo a mi mujer y a mi nos liberó de un montón de traumas generacionales, y así ambos nos considerábamos personas muy civilizadas, pero también personas sexuales, con sexualidad y deseo sexual del uno hacia el otro, fundamental para afianzar la pareja. Si el sexo con mi mujer era bueno, la vida sería mejor, y la relación en familia, fantástica... Por estas razones, yo consideré el sexo como algo tan básico en la vida, como el aire para respirar.
Pero una noche, haciendo el amor con Marcela, noté la puerta de nuestra recámara entreabierta y cuando enfoqué la mirada vi a mi hijo, que al instante desapareció. No le dije nada a mi mujer y al punto caí en la cuenta de que no había hablado de esos temas con él nunca. Tanto sexo practicaba en mi vida conyugal, que no casi no tuve tiempo para hablar de sexo con mi propio hijo. Así que al otro día convencía a mi mujer que llevara a las nenas de paseo, y dispuesto a asumir mi tarea paternal, esperé a mi hijo que llegara de la escuela, y nos sentamos a hablar. Empecé hablando pavadas, lo abrazaba cada tanto para darle confianza, y me animé a preguntar si tenia novia. Él, muy vergonzoso me dijo que no, que no le daban el apunte(1) las chicas que le gustaban, y finalmente me lancé a preguntarle si sabía de sexo. Fue un momento de verdadero apuro, me imagino que para los dos, pero una vez roto el hielo, me dijo que si, que algo sabía de sexo, por las charlas en clase de educación ciudadana, y esto nos llevó a profundizar en el tema.
-Es bueno que sepas todo esto para que, cuando llegue el momento, sepas hacer el amor como me viste hacerlo anoche -le dije en el mismo tono de voz como si le estuviera enseñando la teoría para manejar un auto. Al punto me quedé en silencio. Aún no sé porque le dije eso. Simplemente surgió en un momento, sin pensar. Noté como el pobrecito se puso rojo y agachaba su cara, como avergonzado. Le abracé amorosamente para decirle que no se me enojara por eso, pero le recalqué que no estuvo bien espiarnos, a su madre y a mi en la recámara. Con voz entrecortada, hilvanó un torbellino de excusas, de las cuales, pude extraer lo típico. Al parecer, relató mi hijo, él sólo se levantó a orinar y a la vuelta nos escuchó, a su madre y a mi, haciendo el acto sexual. No pudo evitar detenerse frente a la puerta, que nosotros, incuatos, dejamos entreabierta. Ignoro qué vió exactamente y qué escuchó, aunque es fácil imaginárselo; no obstante, le insistí en que eso que fue lo correcto. Él solo asintió, y de repente me preguntó:
-Pa, ¿Por qué tu pene es tan grande?
Debo reconocer que Dios me privilegió mucho con el tamaño de mi pija. Todo lo que me falta en belleza y físico lo compensó con mi buen tamaño de pija. Era un hecho del cual uno no podía hacer gran cosa y había que asumirlo de la mejor manera posible, por más que mi esposa, ya de novios, se impresionara al verlo, en aquella tierna primera vez. Pero esa pregunta me había dejado atónito. Pese a todo no sabía qué responderle, y sólo logré decirle que cuando creciera él también iba a tener ese tamaño. No sé por qué razón, me dio mucha vergüenza y sofoco. Ya pronto cambiamos de tema y empecé a preguntarle por las materias, y dado que andaba medio flojo le prometí un premio que él me pidiera si lograba mejorar.
Trascurrieron los días con la rutina de siempre pero en mi cabeza sólo rondaba una pregunta. ¿Por qué mi hijo me preguntó por mi pija y no por las tetas o vagina de su madre? Pensaba en eso todo el tiempo hasta que empecé a sospechar que capaz mi hijo podía tener tendencia homosexual. Fue muy duro la verdad, porque no hubiera sabido cómo enfrentarme a ello ni en un millón de años. Como tenia un amigo psicólogo fui hablar con él, y ambos convenimos primero a esperar a ver qué indicios podría tener mi hijo para confirmarnos o no si era gay. Todas las aclaraciones que me hacía me chocaban mucho y me resultaban algo extrañas oírlas en boca de mi amigo psicólogo, pero de a poco me fui haciendo a la idea que si mi hijo era gay, lo tenia que cuidar. Estuve un tiempo molestándole con preguntas, cuyas respuestas me trajeran esas pistas que nos ayudaran a desvelar la ecuación, pero nunca él me decía nada. Siempre me acordaba que mi amigo me había dicho que me ganara su confianza, y que tratara de no tener tabú, ni manías con él si lo quería ayudar. No les niego que llegué a pensar en quién sería el primero que le rompiese el culo a mi hijo, si es que no se lo habían roto ya, como dando por hecho que mi hijo además de ser gay, gustaría de ser penetrado. Temía que el primero fuese algún degenerado, pero de algún modo me tranquilicé y le deje de perseguir con preguntas absurdas sobre sus gustos. Así fue hasta que un día que estábamos solos vino a mi y me abrazó.
-¿Que te sucede hijo? -le pregunté, extrañado.
-Nada, estoy triste.
-¿Por qué hijo? ¿Qué pasó?
-Hay una persona que me gusta mucho -contestó azorado- y no sé ni como decirle. Me da miedo que me rechace y que después lo ande contando.
Escuchar todo eso me dejó sin palabras. No sabia qué decirle. Me salía regañarlo, pero sabía que no podía hacerlo porque iba a perder la confianza que a golpes de insistencia me había ganado, pero como estaba sin saber qué decir, él sólo me dejó de abrazar y salió corriendo a su cuarto y ahí se encerró. Intenté detenerle pero no me hizo caso, hasta que caí en la cuenta de que me estaba enfrentando, como padre, a la primera crisis de adolescencia de mi hijo. ¡Qué incauto fui! ¡Y qué gil! No dejaba de pensar quién seria ese hombre... ¿Hombre? ¿Mi hijo con un hombre? ¡De ningún modo! ¡Sería con otro muchacho! Pero, ¿de verdad mi hijo era homosexual? ¿Y si acaso se estuvo refiriendo a una mina? El lío era tremendo, la necesidad de saber se me antojó más acuciante que la sed, y la curiosidad, insana y cruel. Asumiendo por fin que mi Rafa era un trolo(2), lo que me preocupaba más era cómo tenía que reaccionar yo cuando él me confirmara que de quién había hablado era un hombre. Respiré hondo y me fui para su cuarto. Le pedí que me abriera y luego de unos minutos me dejó pasar.
-¡Hijo! ¿Por qué te enojas así? ¡No me diste tiempo ni a reaccionar!
-¡Perdón pa, es que me da tanta vergüenza! -exclamó, monstrándome su rostro devorado por el rubor.
-¡Está bien! -exclamé- ¿Querés que hablemos bien ahora?
-¡Es que no sé! -exclamó, mi pobre hijito- ¡Creo que te vas a enojar!
Estuvimos deliberando si hablar o no, hasta que me cambió de tema, y me mostraba cómo había aumentado las notas. Se había zafado, por fin. No me quedó otra que felicitarle, y lleno de alegría le dije:
-Bueno, ahora tengo que cumplir mi promesa. ¡Vamos, así compramos lo que vos quiera!
-¡Papá, no hace falta! En realidad te quería pedir otra cosa!
-¿Qué hijo? Dime
-Si no te molesta quiero ver tu pene -dijo él. Me imagino que tuvo que recorrer a toda su sangre fría para cobrar el valor para decir esas palabras y atenerse a sus posibles consecuencias. Yo no lo supe aún, pero Rafael, mi hijo, me estaba sirviendo en bandeja lo que tanto me atormentó. Yo me quedé congelado. De nuevo, no supe qué decirle, pero él salvó la situación cuando exclamó escandalizado:
-¡Perdón papá, soy un desubicado! ¡Perdóname papá!
Y salió apurado de su cuarto, y yo, aunque la cabeza me daba mil vueltas, lo empecé a buscar, para decirle que no estaba bien eso que me dijo sobre ver mi verga y hablar claramente con él. Pero no estaba en la casa. Antes de que lo alcanzara, había tomado su bici y se había ido. De modo que mi hijo sólo quería ver mi pene. ¿Para qué? ¿Quería comparar mi pene adulto con el suyo? Supe que había algo más. De pronto se me abrió el Cielo en la Tierra y la revelación al poco me tumba. No me animaba ni a confesarle a mi amigo psicólogo, porque yo ya no quería confirmarle que mi hijo era gay. Y la razón era bien simple: mi hijo quería que yo le mostrara mi sexo porque mi sexo le excitaba. No cabía otra cosa. Ni siquiera aquella persona de la que antes me habló, si es que esta realmente existía. Este nuevo enfoque me provocó una lucha interna tan pero tan grande, que sentí como un nudo en mi estómago, transformándose la sensación en pánico. Llegó mi mujer con las nenas y se daba cuenta de que estaba muy distraído. En mi mente hasta me imaginé que mi hijo me chupaba el pene, como se chupa un pirulín. Y a mi hijo eso le excitaba y le volvía loco, porque esas son la clase de cosas que gustan a los homosexuales, como por chupar pijas, pongo por caso. Pero, ¿chuparle la verga a su propio papá? Y medio de tan extraña figuración yo mismo experimenté una tremenda erección, delatador bulto en mi entrepierna que no pasó desapercibido por mi mujer.
-¡Ya veo que hoy me extrañaste, mi flaco! -exclamó ella divertida- ¡Pero habrá que esperar a la noche.
Ni le contesté. Y pese a la grandeza de mi masculinidad, insinuada bajo la tela de mis pantalones, me sentí empequeñecer. Ahí me empecé a castigar a mi mismo por pensar esas cosas con mi hijo, y me sentí un necio. Trataba de tranquilizarme y pensar con lucidez para ayudarle, que era lo principal, y resolví que para salir de dudas de una vez por todas, habría que complacerle. Capaz si le muestro mi pija se asusta y no quiere conocer otra, me dije. Fin del asunto. Pero ¿por qué razón la idea de mi hijo saciándose de mi sexo me había excitado tanto? ¿De verdad que todo acabaría si le mostraba mi sexualidad a Rafael? No estaba seguro, porque, ahora que caigo... ¿Cómo pensar que era mi hijo quien quería mamármela? Bien podría ser yo quien lo deseara, y no él. Y de nuevo aquella extraña sensación en mi estómago, cómo un nudo que apretaba... Sentí la adrenalina correr disparaba por mis venas, presa de la exicitación porqué era yo, quien en el fondo deseaba que eso sucediera, y que me la mamara. Era yo quien de pronto y por alguna razón que no pude entender, quien sucumbía al morbo de que mi propio hijo me diera satisfacción oral, mamándome la pija. Una fiebre infinita se había apoderado de mi. Me descubrí pues con pensamientos homosexuales e incestuosos de una sóla vez y por primera vez en mi vida. Tuve que darme una ducha fría, como cuando era un pibe de secundaria, igual que mi hijo por aquel entonces. Y me acosté temprano, con un nuevo plan que ejecutar. Le enseñaría mi pija a Rafael, si eso para él era importante. Para mi desde luego lo era: sólo así me ganaría su confianza para que me desvelase sus preocupaciones, y del mismo modo, saber si le gustaban los hombres o no. Y punto. Más allá de eso, me prometí a mi mismo no tener pensamiento impuros o moralmente reprobables con respecto a mi, y alejé de algún modo cualquier pensamiento que involucrase una relación sexual entre los. Ya tendrás tiempo de contarle al psicólogo todas las novedades, pibe, me dije a mi mismo, incluyendo esas ideas raras e incestuosas... Esa noche cuando todos estaban durmiendo, por lo menos mis hijas, me dirigí al cuarto de Rafael. Entré sin llamar y le descubrí sin poder dormir, acostado en el lecho, leyendo un tebeo. 
-Hijo -le dije- con respecto a tu premio lo tengo que cumplir, pero quiero que sepas que no esta bien que un padre haga estas cosas. Y mentalmente añadí: tampoco está bien que un padre piense esas otras cosas. Sólo lo hago para mantener la confianza que tenemos -continué hablándole- y que me prometas que no le vas a contar esto a nadie. Ni siquiera a tu madre.
Lo solté de un tirón y por alguna razón sentí que me quitaba un peso de encima. El asintió y fue en ese momento cuando me sentencié a una morbosidad impresionante. Parado frente a él, con mis piernas bien separadas y ambas manos sobre mis caderas, sólo faltó que algún hipotético pero demoníaco técnico de sonido, hubiera puesto en el estéreo la canción de la película Nueve semanas y media. Mientras iba bajando mi piyama, veía su cara de ansiedad increíble, y eso me excitaba. El bulto de mi masculinidad había regresado. Sus ojos se abrían enormemente cuando me bajé el slip y extrañamente perdido sólo deseé que me la chupara, arruinadas todas mis defensas.
Y cuando le mostré mi pija, aún no se por qué, me le acerqué más, como indicándole que la tomara. No me sorprendió que me preguntara si la podía tocar, y yo sólo asentí y cerré los ojos. No podía ni quería verlo, aunque si sentirlo. Y sentí su como su hermosa mano la iba tocando, acariciando suavemente. Yo por dentro explotaba presa de un nuevo placer. No podía evitarlo, hasta que sentí que me empezó a masturbar y, de repente, volví a la realidad, presa del pánico. Sin querer asustarle le dije, por decir algo, que me iba por si se despertaba su mamá. Él me sonrió y me dio las gracias. Yo salí rápido porque si me quedaba un segundo más no iba a poder resistir las ganas de... ¿Cogérmelo? ¿A mi propio hijo? ¿Pero quién diablos era un marica aquí? A mi me gustaban las minas, qué joder. No que un muchacho me sobara el pene. Aquello era sin duda una abominación. Caí en la cuenta de que aquella mano, la de mi hijo, fue la primera mano masculina en toda mi vida, sin contarme a mi mismo, claro, que alcanzó a sobetearme la pija. Lejos de sentirme ni culpable, ni atormentado, dejé que la ola de deseo sexual me alcanzase de lleno. De tan caliente que estaba la desperté a Marcela, y le hice el amor como cuando eramos jóvenes. No me importó un carajo que nuestros gritos y gemidos de placer se oyeran por toda la casa, y una sola imagen se materializó en mi mente cuando poseí a mi mujer: mi hijo se estaba masturbando oyéndonos. 
El orgasmo fue brutal.
Al otro dia me invadió la culpa. Me creí un degenerado. No podía dejar de pensar en escenas amatorias todo el tiempo con él. Y algunas escenas, eran como las que hacíamos mi mujer y yo. Me sentí indefenso, frente al acecho de la locura, y marqué el número de mi amigo el psicólogo como siete veces. Por suerte aborté la comunicación al primer tono de llamada. Pasó como una semana que de nuevo nos quedamos solos en la casa haciendo tareas de hombres, o eso decía mi mujer cuando se refería a asuntos tales como cortar el cesped del jardín, o ordenar nuestro garaje de cachibaches. Por su parte Marcela dedicó la tarde a hacer cosas de mujeres: rebajas en los grandes almacenes. Entre olores de humedad y grasa de motores, el garaje se me antojó como santuario, o como el lugar más lógico en el que podrían reunirse padre e hijo. Yo le esquivaba, pero él se animó y me dijo:
-Pa tengo una duda ¿Vos largas la leche media aguada? ¿O te sale bien blanca como en las películas pornos?
Como si aquella pregunta fuese de lo más cotidiana entre un padre y su hijo, yo con toda la seguridad le dije:
-¡Es normal que te salga así, cuando sos más grande vas a ver que te sale blanca!
Habló la veteranía y la voz de la experiencia.
-¡Aaaah! -exclamó- ¿No me mostrás como es la tuya porfa?
Aquello parecía un mal chiste.
-¡Jajajajaja! -reí- ¿Qué… querés que me haga una paja al frente tuyo?
Y de pronto, se materializó aquel mágico instante en que, parado frente a mi hijo, él me manoseó la verga.
-¡Si, yo te ayudo como el otro día! -exclamó él animado, como si me hubiera leído el pensamiento.
-¿Hijo, en qué momento te volviste tan osado? ¡No esta bien que hagamos eso!
Fue inevitable ocultar un tono de reprimenda en mi voz. ¿Pero a quién estaba yo culpando de hacer cosas que no son correctas si acá éramos los dos? ¿Acaso yo no me había dejado hacer? De pronto mi hijo, que estaba sentando a mis pies, ordenando una vieja y grasosa caja de herramientas, se levantó enojado y abandonó el garaje. Fui tras él y le seguí hasta su habitación y le regañe por su actitud. 
-¡Sólo quiero saber algunas cosas y vos siempre pones un pero! -exclamó. Además, ¡Si ya sabés que esto queda sólo en nosotros dos!
Intenté calmarlo y cuando lo logré le dije
-¡Bueno, está bien bebé! Si es lo que querés nos hacemos una paja los dos y comparamos. ¿Si?
La alegría que le otorgué era inexplicable. Llamó mi esposa, Marcela, y dijo que llegaría tarde. El universo paracía conspirar para nosotros, padre e hijo. Cerré bien toda la casa y nos fuimos prestos a mi recamara. Ya ahí Rafa había puesto en el videocassette una de mis películas porno, que se ve que sabía muy bien dónde estaban escondidas. Yo no necesitaba estímulos porque estaba caliente, por demás este pendejo me traía loco. Fuere lo que fuere aquella locura, era imposible de acallarla ni reprimirla. Ya no podía negármelo. Me desnudé y me acosté su lado empezando mi trabajo de masturbación, sobándome mi propia pija, frente al televisor, cuando de repente escucho que Rafa me dice:
-¿Puedo tocarla un ratito porfa?
Asentí con la cabeza, y le dejé hacer preguntándome si sentiría lo mismo que la otra vez. Para mi sorpresa, la sensación regresó aumentada por el buen saber hacer de mi hijo. Era muy bueno pajeando. El nudo en mi estómago apretó bien fuerte, y la adrenalina corrió de nuevo, desbocada, por mi sangre caliente, sangre que mantenía dura y erecta mi verga. La agarraba suave y la soltaba. Apretaba y soltaba, arriba y abajo. Me decía a mi mismo, ¡cómo me calienta tu mano la puta maaadreeee!… ¡Cómo me pajeaba!
En un instante muy preciso cerré los ojos e hice mi cabeza para atrás cuando empecé a sentir su lengua por la cabeza de mi pija. Me quede así, gemiendo y gozando mi primera mamada homosexual. La culpa no podía más que el placer que estaba sintiendo. ¡Esa boca tibiecita, esa lengua que pasaba por todos lados! Aprovechaba mi precum para hacerme delirar del placer mientras sentía como mi pija latía dentro de esa boca, que chupando se deleitaba con todo mi liquido pre seminal. Y de pronto, empiezo a sentir que se me contaren los huevos violentamente...
-¡Guarda que ahí termino! -exclamé en voz entrecortada.
Justo deja de chuparla y los primeros chorros fueron para su cara y el resto a mi pecho y abdomen. Grité con furia al correrme. Y después, aturdido, me incorporo sobre el lecho y lo veo con los chorros de mi leche en su cara y me dice:
-¡Perdón, traté de tragarla más cuando te veniste, pero es muy grande! ¡No pude, Pa!
-¡Hijo, no tenias que hacerlo! -exclamé recuperándome del orgasmo.
-¿No te gustó? ¿Lo hice mal?
-Todo lo contrario. Me encantó. Pero...
Y en eso escuchamos entrar el auto de mi mujer y ambos nos pusimos en modo pánico. Salimos corriendo, pero me percaté que los chorros de semen que tenía en su cara. Se lo hago saber en voz susurrante y él se los untó con los dedos y se los llevó a la boca. 
-¡Corré al baño, ya Rafael! -exclamé.
Y permanecí en el cuarto sin saber qué hacer. Estaba mas caliente que nunca, tenia la pija todavía dura y sólo deseaba calmarme de una jodida vez.
Autor desconocido.
Fin 1º parte.
1 -Dar o llevar el apunte: Prestar atención, hacer caso.
2 -Trolo: Expresión soez y peyorativa para referirse a un hombre homosexual
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Extraido de Relatos Para Hombres.
Este relato es una edición especial para Sin Manías del relato titulado Morbo por el culo de mi hijo.
Haz click aquí para leer la segunda parte.
Si el autor del relato es seguidor de Sin Manías, ruego se ponga en contacto con nosotros para dar crédito a su relato. Umbral_1@yahoo.es



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vendredi 4 décembre 2015

¿Hermanos?


¿Lo son realmente?
¿Se parecen?
¿El parecido físico no existe?
Tu mismo lo juzgarás.
Y si sabes alemán, mejor.

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mercredi 2 décembre 2015

Dad out west - 3ª Parte



Señores sinmanícos, Dad Out West, Parte 3.
Christian Mitchell, Conner Habbir,
Colt Rivers y Mike Gaite
Cambiamos al último més del año, Diciembre de 2015, y lo hacemos siguiendo el hilo de esta película de Joe Gage, Dad Out West (2015, Dragon Media). Nos habíamos quedado, en la segunda parte, con Allen Silver, tirándose al representante de una agencia inmobiliaria que quiere comprar la casa de Scott Reynolds, el padre de Allen Silver en la ficción. En esta tercera parte, además de confirmar que toda la trama gira en torno a la venta de una casa, asistimos a una orgía de chupadas, o mamadas, y un polvo espectacular, de nuevo, sobre la arena del desierto. Como se puede deducir, aquí -y como en casi todas las producciones porno- el argumento es lo de menos, y la resolución del nudo del mismo, se convierte en algo pensado en sólo cinco minutos. Entra en escena -¡por fin!- Conner Habbib, para unirse a una serie de personajes, de entre los cuales, recuperamos a Colt Rivers directamente desde la primera escena. El papel de Habbib es simplemente el de ayudar a medir la propiedad. Uso el verbo medir traducido directamente del inglés, to survey, con lo cual intuyo que además de medir, lo que se proponen hacer es tasar económicamente el inmueble. Así que vayamos por partes: tenemos a un topógrafo, interpretado por Christian Mitchell -el tipo de la gorra, vamos-, tenemos a su ayudante, Connor Habbib, le siguen, para hacer bulto, Mike Gaite, que en la película es el sobrino de Mitchell, y finalmente está Colt Rivers, ahijado del personaje patrulleropolicíagentedeseguridadydefronteras que salía en la primera escena, Max Sargent, y quien -redoble de tambores, por favor- es el responsable de tan ingenuo argumento, ya que es él, señores simaníacos, quien va a comprar la casa en cuestión. ¡Lo conseguí! ¡Acabo de ligar toda la historia, absurdo argumento y personajes! ¡Menudo esfuerzo mental! Lo que tenemos aquí es un grupo de personajes que se encuentran el patio trasero de la casa entes aludida... El supuesto aislamiento de la zona, no vano están en medio del desierto, el clima seco y caluroso, y lo tedioso del trabajo que tienen que hacer -la tasación- provoca un extraño efecto sobre la testosterona de los hombres...


No en vano, Colt Rivers se muestra acalorado, y Mike Gaite, perezoso. La ausencia de mujeres en la zona, hace que los hombres intimen entre si mucho más allá de lo imaginable, y tal vez por eso, en un intento de acercamiento, Christian Mitchell, sugiere que todos se quiten la ropa, si así lo desean, para poder trabajar mejor. El resto es un festival de sexo oral, masturbación y gemidos placenteros, que nos llevan a un tremendo polvo, en el que Connor Habbid le revienta la colita a Colt Rivers, cuya supuesta heterosexualidad queda fulminada a golpe de verga. Sexo al aire libre, e incesto -mamadas entre tío y sobrino- hacen de esta parte de la película simplemente una escena de transición. Ya he dicho antes que la generación anterior, el padre de Silver Allen, el señor Scott Reynolds, está esperando a la generación más joven. Y quien espera, desespera.
ATENCIÓN: Para aquellos que acceden a esta página usando un pc lento o de pocos recursos, paciencia. Recargad la página si es necesario, en el caso de experimentar problemas. El vídeo puede tardar un poco en cargarse, pero tras una pequeña espera puede visualizarse.
Iphones, tablets, y demás confío en que no tengan problemas. Todo lo que puedo hacer es mandaros el link, si  fuera necesario.

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