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samedi 30 avril 2016

Del tal padre, tal hijo. (Relato) - Tercera Parte

UN ACTO PROHIBIDO.

Alex se bajo del taxi y tras estirar su adolorido cuello, contempló los edificios que se levantaban ante él. Las moles de concreto dominaban la calle con su agradable color azul. (...)  La puerta se abrió. Un hombre de treinta y tantos años, alto, mal rasurado, de torso desnudo y complexión atlética, salió y miró a Alex con desconcierto.
(...) Su miembro se endureció de manera inmediata extendiéndose en toda su longitud, reclamando ser satisfecho, ya sin excusas. Casi sin darse cuenta llevó su mano hacia su sexo, lo asió con fuerza, y comenzó a masturbarse.(...) Se imaginó tocando aquel cuerpo, cediendo a sus más bajos instintos, dejándose poseer de todas las maneras posibles por ese glorioso espécimen masculino que era su entrenador y también su propio padre.(...)
-¡Te deseo, te deseo desde que abrí la puerta y te vi! Al principio pensé que eras un chico cualquiera, el chico más hermoso que hubiera visto, pero de inmediato caí en cuenta de que eras mi hijo- Mientras hablaba extendió sus manos acariciando el rostro de Álex de manera frenética – Pensé que se me pasaría, que podría controlarlo, pero cuando te vi medio desnudo y después de tocar tu piel… supe que estaba perdido...
- ¿Es que no te das cuenta de que yo siento lo mismo? – replicó Álex con la voz quebrada...
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...Héctor se separó un momento de los sedientos labios de su hijo. Lo miró con avidez, sus ojos se llenaron de aquella joven y masculina belleza. Si, lo deseaba y toda objeción que hubiera existido antes dejó de ser importante.  Lo único que contaba era el aquí y el ahora. Atrajo a Álex hacia si una vez más y tras besarlo frugalmente en los labios, le besó el cabello, los párpados, las orejas, el cuello. Héctor deseaba devorar ese cuerpo y con tal de hacerlo rodeó el torso del chico con más fuerza, obligándolo a subir al sillón y ponerse a horcajadas sobre su regazo. Héctor se encontró con la mirada de Álex; ambos pudieron ver el deseo reflejado en los ojos del otro. Se deseaban, no había dudas ni vuelta atrás. El muchacho sintió la mano de Héctor recorrer su espalda desnuda, desde la base del cuello hasta su cadera.  Un momento después, la otra mano de su padre le acariciaba el pecho, enredando sus dedos en el suave vello que nacía en sus pectorales y vientre. El chico no pudo evitar sentir un escalofrío de placer recorriéndole toda la piel.
      - Eres el joven más hermoso que he visto en toda mi vida - Tras estas palabras, Héctor acercó su boca a uno de los pezones de su hijo y comenzó a lamerlo con deleite.
     Álex soltó un gemido al sentir aquella caricia.  Su cuerpo se estremeció y el placer empezó a aumentar en oleadas conforme sentía la ardiente boca de su padre chupar y morder su virgen pezón, ahora erecto y sonrosado.  Héctor sonrió al notar la reacción de Alex. Quería obsequiarle con el mayor placer del mundo, después de todo era su hijo y sólo quería lo mejor para él. Así que puso a trabajar la destreza que había adquirido con los años moviendo sus labios por el torso y abdomen del chico, lamiendo, mordiendo, succionando, prodigando caricias y arrancando suspiros de satisfacción. Mientras degustaba el sabor de la juventud que yacía en aquella piel, Héctor ocupó sus manos en recorrer nuevamente la piel de la espalda de su hijo, bajando cada vez mas para después colar sus manos dentro del ajustado bóxer, donde masajeó con deleite las redondeadas nalgas del adolescente. La intensidad de las caricias era demasiada.  Álex casi sentía desmayarse, así que se aferró al cuerpo de su padre y  clavó los dedos en su espalda,  obteniendo como respuesta un sordo gruñido y un aumento en la intensidad del toqueteo… Al parecer, Héctor se estaba dejando llevar por la excitación, porque lo que siguiente que Alex sintió fue como, en un arranque de lujuria, Héctor le rasgaba sus bóxers, arrancándoselos del todo y dejándolo desnudo y sobrecogido, su sexo, completamente erecto.                                                                                     
    Finalmente Héctor podía contemplar a su hijo, el bello adonis tal como había llegado al mundo, desnudo, indefenso e infinitamente hermoso. Ya antes había deleitado no sólo sus ojos si no también sus manos en aquel torso de blanca piel y definidas proporciones, salpicado de un sedoso vello castaño. Sin embargo esta vez pudo contemplar en toda su gloria el joven miembro de Alex. Su proporción era hermosa, de unos 17 cms de largo, con un grueso y venoso tronco sosteniendo una cabeza brillante y violácea que apuntaba mas allá de su ombligo. Al tacto resultaba férreo y palpitante, y el glande escurría profusamente un brillante liquido que lo hacía ver mas apetitoso. Héctor apenas podía creer que ya hacía 17 años, él mismo había ayudado a concebir a este joven efebo y más aún, que estuviera por desflorarlo.
     Álex sintió como la mirada de su padre le quemaba la piel y le encantó ser objeto de aquel obsceno deseo. Permaneció inmóvil, esperando pacientemente a que Héctor saciara su visión. Él antes ya había tenido oportunidad de contemplar el cuerpo desnudo de su padre, y supuso que seria justo dejar que él hiciera otro tanto. Una tibia y húmeda sensación lo tomó por sorpresa: bajó la mirada para ver cómo Héctor engullía su miembro, y empezaba a mamarlo con suavidad. La lengua paterna recorrió su hombría de punta a punta, lamiéndolo como si fuera un helado. Enseguida los labios se unieron al festín, cubriendo con delicadeza el glande para después masajearlo lentamente. Álex se maravilló contemplando cómo su miembro desaparecía por completo en la húmeda boca de su padre, para después sentir su lengua como llama ardiente acariciando su miembro, regalándole un placer único, al mismo tiempo que los hábiles dedos de Héctor se abrieron paso por entre las apretadas nalgas, llegando hasta el apretado ano y acariciando los bordes de aquella apetitosa entrada. La combinación fue muy poderosa y Álex  se perdió y sintió que se rendía a su padre.  Anulada ya su voluntad, su cuerpo se sentía desmadejado por una marejada de placenteras sensaciones. Las caricias en su piel habían logrado estremecerlo a tal punto que su mente se desconectó. Por un momento fue solo un cuerpo inundado por el placer: no hubo nada mas, simplemente fue demasiado para él. Sólo logró mantenerse erguido, gimiendo como poseso, con la mirada perdida, mientras su padre lo sometía al más intenso placer.
Fue durante ese estado de abandono que Alex comenzó a sentir algo extraño. Inició como un ligero cosquilleo que se coló por su piel, llegando a sus entrañas e incluso pudo sentirlo en los huesos. Aquella sensación comenzó a concentrarse en su vientre, formando una vorágine que explotó sin previo aviso inflamando su cuerpo con la más exquisita sensación que jamás hubiera sentido.
     Héctor sintió como el cuerpo de su hijo se convulsionaba presa del placer. Las manos del chico le arañaban la espalda y se aferraban a su cabello, hasta que Álex se corrió, lanzando un grito al ire. De pronto la boca de su padre se vio llena de una dulce y espesa sustancia que aquel joven pene disparaba con fuerza y fue tal la intensidad que no pudo contenerla, y pronto el semen ya le escurría por las comisuras de su boca. Habiendo degustado todos los disparos del delicioso esperma que su hijo le regaló, sacó el erecto miembro de su boca y con deleite lamió los residuos que quedaron adheridos a la piel. El sabor de aquella blanca leche le resultó una exquisitez y hasta se le antojó que tenía una cualidad agridulce que le alegró el paladar. Si por él fuera no querría probar nada más en su vida.

      Cuando Álex logró recuperarse del orgasmo que había sufrido, abrió los ojos y bajó la mirada. La visión de su padre relamiéndose los labios cubiertos de semen lo recibió. Una exclamación de satisfacción escapo de sus labios. Aquel sonido invitó a Héctor a mirarlo.
      - Esto es un manjar de los dioses – susurro él, con notoria satisfacción.
     - Me gustaría probar el tuyo… -lo decir Álex- Las madres alimentan a sus hijos cuando son pequeños; siendo mi padre deberías alimentarme con tu leche para que pueda convertirme en todo un hombre… Para que me convierta en tu hombre… aunque tendrás que guiarme, nunca he hecho algo así.
      Héctor no pudo evitar sonreír ante estas palabras.
      - Eso no está bien, siendo el más bello de los efebos, deberías tener un harem de hombres a tus pies listos a cumplir todos tus deseos.
     - Lo dices sólo porque soy tu hijo – replicó Alex apenado – Además el que tiene un harem de jovencitos eres tu.
     - ¡Créeme tu Álex, tú vales mil veces más!  ¡Eres lo único que deseo y lo único que desearé de ahora en adelante.
      Álex estaba arrobado. Aquellas palabras significaban mucho. No encontraba como contestar a tan bellos sentimientos. Sólo atino a inclinarse y responder con un profundo beso. Aquellos labios lo recibieron con su dulce sabor ambarino, ahora mezclado con su semilla masculina, convirtiendo la saliva de su padre en una sustancia densa y de sabor fuerte que invitaba a pecar una y mil veces más. Sin interrumpir el beso, Héctor se levanto del sillón. Ahora era él quien tenía que inclinarse ligeramente para besar a Álex.  Y ahora fueron las manos del chico las que, ansiosas y llenas de deseo, intentaron recorrer el cuerpo de su padre, pero al encontrarse con la barrera de la ropa redirigieron su esfuerzo y se empeñaron en desabotonar la camisa que llevaba puesta.  Tras conseguirlo se colaron entre los pliegues de la prenda en búsqueda de su piel febril. Aquellas jóvenes manos recorrieron la geografía del torso de Héctor. Acariciaron cada musculo, deleitándose en la aterciopelada piel cubierta de vello. Álex sintió la necesidad de probar aquella piel y se inclinó e imitando a su padre, comenzó recorrer cada centímetro de piel con su lengua, disfrutando del sabor y perdiéndose en la sensación de aquel cuerpo tan varonil. Con fascinación recorrió cada parte de aquel torso, bajando cada vez más. Pronto estuvo hincado en el suelo contemplando el prominente bulto que su padre guardaba en su entrepierna. Con una mirada expectante,  Álex vio como su padre se prestaba a cumplir su deseo. Con parsimonia bajó su cierre y del interior de su pantalón extrajo su erecto y pulsante miembro. Al chico le pareció descomunal.  Y aunque ya antes había tenido oportunidad de verlo en reposo, nada se comparaba a contemplarlo en toda su erecta gloria. Era notoriamente grueso y de color cremoso. Tenía una envergadura de unos 20 centímetros, el glande, ligeramente más grande que el tronco, palpitaba como si de un corazón se tratase. En conjunto resultaba gigantescamente bello.
   Mientras estaba ahí, hincado con aquel miembro sobre su rostro, Álex se llenó de un sentimiento de adoración. Allí estaba el instrumento que le había dado la vida. De aquel mismo pene había salido la semilla que le dio origen. Este enorme y turgente cetro de carne era su objeto de adoración y él se convertiría en su acolito, y haría de su cuerpo un altar donde le rendiría pleitesía. Sabía que la blanca semilla generada por su padre le había dado vida y sentía que ahora podía comulgar con ella. Debía recibirla y guardarla dentro de si. Lleno de fervor, abrió su boca, extrajo su lengua y comenzó a ungir el pene paterno con su saliva. Su padre gimió y bufó mientras sentía a su hijo lamerle la verga. Álex gimoteó al degustar su sabor. Era similar al almizclado aroma que desprendía su piel, sólo que infinitamente más delicioso. Mientras recorría con su lengua cada centímetro del ciclópeo miembro de su padre, Alex se sintió sobrecogido. ¿Como haría para meterlo todo dentro de su boca? Quería complacer a su padre, quería probarle que las palabras que había dicho eran ciertas, que valía mil veces más que cualquiera de sus jóvenes amantes. Intentando lograr el truco unió sus labios al festín y pronto hacia esfuerzos por mantener aquel inmenso pedazo de carne dentro de su boca. Logró introducir poco más de la mitad cuando las arcadas se dejaron sentir en su garganta. Apenado se sacó el miembro de la boca.
    Héctor estaba orgulloso de su hijo; sin dificultad imitó todas las caricias que había practicado en él. Se notaba como hacia lo posible por brindarle el mismo placer y por Dios, lo estaba logrando. Sin embargo era obvio que por más esfuerzos que hiciera su inexperta boca no podía recibir un miembro como el suyo: era demasiado grande para una boca inexperta.
    - ¡Álex no te preocupes, es cosa de práctica y te prometo que practicaremos mucho! - Exclamo Héctor acariciando el cabello de su hijo para después guiñarle el ojo.
     El chico sonrió. Había entendió el mensaje. Luego de corresponder la sonrisa, volvió al ataque. Nuevamente sacó su lengua buscando saborear aquella delicia. Improvisando, busco la manera de masajear aquella carne turgente; chupó la cabeza, masajeó el tronco con los labios y con cada intento notó como su padre empezaba a gemir cada vez más y más complacido. No había duda que las reacciones de su padre eran notorias y su placer palpable. Con más seguridad intentó nuevamente introducir el enorme miembro en su boca.  Sabía que no lo lograría, así que esta vez cubrió tanto como pudo con su boca, y con sus manos cubrió la base. Poco a poco sincronizó sus movimientos, y al instante se dio cuenta de que iba por buen camino. La férrea erección de su padre cobró más firmeza y pudo saborear con claridad su espeso néctar pre eyaculatorio: era único, salado y robusto como si de un licor se tratase.
        - ¡Alex, por dios! –exclamó Héctor con voz entrecortada- ¡No te detengas… es delicioso!
      El chico sonrió complacido y continuo su labor, acelerando el ritmo poco a poco, provocando gemidos cada vez más escandalosos de parte de su padre. 
      Héctor no soportó mucho más tiempo. Nunca pensó que un chico virgen e por tanto inexperto, fuera capaz de darle la mamada más deliciosa de su vida.  O tal vez no era sólo eso, tal vez era el hecho de que el chico más hermoso que jamás hubiera conocido, y que de casualidad era su hijo, el hijo que deseaba beber la blanca esencia que manaba de su miembro viril, la misma con la que lo había concebido años atrás. Esa imagen fue el detonador.  Sin poder controlarse más, Héctor experimento un orgasmo lleno de una gran intensidad, y sordos gruñidos escaparon de su pecho. Su cuerpo se estremeció con fuerza y su verga expulsó chorros y chorros de blanca esperma que Alex se apresuró a beber.
     La intensa eyaculación de Héctor fue demasiado para Alex. Aquella blanca y ardiente metralla pronto le llenó la boca. Temiendo ahogarse se separó del sexo de su padre, recibiendo otros tantos disparos en el rostro. Alex cerró los ojos disfrutando aquella tibia y gloriosa sensación que cubría su rostro y escurría por su pecho. Se sentía como la tierra seca que recibe la lluvia tras un largo tiempo de sequia; y aquel sabor… el sabor del blanco licor de Héctor le llenó el paladar, descubriendo que era algo que siempre había deseado y de lo que nunca se cansaría. Se sentía bendecido: su padre lo había bañado con su semilla de creación. Abrió los ojos y pudo ver como las últimas gotas de aquel elixir resbalaban por el glande de su progenitor. Con fervor se acercó y libó los residuos de aquel néctar divino. No pensaba dejar escapar ni la más mínima gota.
       Héctor tardó un poco en recuperar el aliento. El orgasmo que sintió había sido extraordinario. No lograba entender a que se debía. Su vida sexual había sido amplia y variada, pero ninguna de sus experiencias le habían dejado tan satisfecho y ansioso al mismo tiempo, pero tenía la seguridad de que si continuaba, podría averiguar de qué se trataba. Abrió los ojos sólo para contemplar lo que considero la imagen más sensual que jamás había visto: su hijo aún yacía hincado con los ojos cerrados y el rostro apuntando al cielo; su boca, cara y pecho estaban rebosantes de su esperma, pero lo que más le sobrecogió fue la expresión en el rostro de su hijo: fervor, placer y éxtasis. Sin poder contenerse se hincó frente a Alex y comenzó a besarlo y abrazarlo. Tenía la insaciable necesidad de grabar sus labios en aquella joven piel. Álex le miró a los ojos y ambos compartieron una mirada de intensidad y la mutua e intolerable necesidad de satisfacer sus deseos.  Era un hecho.  Si aquella pasión no era apagada, los terminaría consumiendo hasta morir.
     Héctor sintió su polla latir con fuerza, ansiando llenar las entrañas de su hijo, pero sabía que sería tarea complicada siendo Alex aún virgen.
       Como padre supo que debía tomar el control…
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Autor: N. Argueta
FIN DE LA TERCERA PARTE.


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lundi 25 avril 2016

Pilladetes... ¡Pillaos!

En el acto.
Por...


Por un matón de gimnasio...

Por tu hermano menor.
Por tu mejor amigo

Por papá

Por tu hijo
Por tu profesor

 Por tu primito.

 Por tu chico.
Por un enfermero

Por tu hijo, a la hora de la siesta...

Por tu gemelo
Por Dirk Caber

Por alguien que en plena noche viene a follarte...

Por tu jefe
Por tus amigos

Por tu vecino

Por tu abuelito
Por el sonido inesperado del timbre de la puerta

Por un vouyeur en playa...

Por un observador cualquiera
 Por alguien que quiere unirse a la fiesta

Por tu sobrino, mirando porno en tu cama

Por tu tío, en visita inesperada.
Por tu mentor

Por la familia...

Por tu hermano mayor
Por quien nunca debería haber abierto esa puerta...

Por alguien

Por papá y tu brother
Por él.

...Más en Unkown album (http://www.pornhub.com/album/6191342)
Gracias a M. Txuri por la idea.


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dimanche 24 janvier 2016

El desahogo de papá - Relato.

EL DESAHOGO DE PAPÁ

Por Súper Mkin

Mi mujer Maria José, mis dos hijos, Álvaro y Elena, y yo -voy a omitir mi nombre- vivimos en un piso en el centro de Barcelona. Aunque mi mujer y yo somos jóvenes nuestra relación de pareja fue cada vez a menos y uno de los motivos que lo ocasionaron fue la falta de sexo. Mi mujer siempre me ha reprochado que estoy muy salido y que no puedo pretender follar todas las noches, pero ¿por qué no? Esta sequía de sexo por parte de ella nos fue separando y aunque no nos llevamos muy mal del todo, y delante de los niños, familiares y conocidos parecemos una pareja muy feliz la realidad es que yo no lo soy. Ella dice que si lo es, y debido a eso, a los niños, etc... seguimos juntos. En ocasiones cuando discutimos a solas, si se mosquea mucho se va a casa de sus padres que viven dos bloques mas arriba del nuestro, en la misma barriada, y duerme allí con la niña. Álvaro como es más independiente se queda a dormir en su cama. 
Mi hijo siempre ha estado muy sobreprotegido y mimado por su madre. Siempre ha sido muy reservado y aunque conmigo se lleva muy bien y yo veo que es demasiado frágil. Lo quiero tanto que nunca me he portado frio ni distante con él, al igual que con mi hija. Cuando Elena nació, pusimos la cuna en nuestro dormitorio, con lo que perdimos un poco de intimidad (si es que nos quedaba alguna) y más tarde cuando no se necesitaba la cuna, Maria José comenzó a dormir con mi hija en nuestra cama. Esta era la excusa perfecta para que no durmiéramos juntos mi mujer y yo. De esta forma a mi solo me quedó para dormir el sofá o la cama de mi hija que estaba vacía claro. En resumen que el único sexo que yo tenia era o muy esporádico o con mi propia mano...
Una de nuestras discusiones en las que ella se fue a casa de sus padres estuvo casi dos semanas. Mi hijo tendría entonces unos 17 años y se quedaba a dormir en su cama. Aquella noche en cuestión él estaba con su madre y su hermana, en casa de sus abuelos. Yo hablé con Maria José por teléfono y me dijo que en cuanto cenara Álvaro se iría a dormir. No tenia mucha hambre y estaba viendo la tele, un programa de esos de sábado noche con mucha tía buena y mucha teta fuera. Entre una cosa y otra me pues muy cachondo y me fui al dormitorio a desahogarme ya que todavía no venía mi hijo. Me senté en nuestra cama y cogí del cajón de la cómoda unas bragas de mi mujer, comencé a olerlas, aunque limpias podía reconocer un leve olor que a pesar del tiempo me era muy familiar, comencé a pasarle la lengua una y otra vez y aspirar aquel aroma a rajita mientras me la machacaba con la otra mano.
No se como ni de que forma, pero percibí una extraña sensación. No estaba solo y cuando mire hacia la puerta entreabierta de la alcoba vi a mi hijo observándome. El se dio cuenta de que lo vi y siguió hacia su cuarto como quien no había visto nada. Yo me quedé de piedra y cuando reaccione solté rápidamente las bragas, me apresuré a subirme el pijama y acomodé mi polla lo mejor que pude antes de salir del cuarto para tratar de averiguar cuánto había visto mi hijo. Muy nervioso y cortado llamé a su puerta y le pregunté que cómo había cenado tan pronto.¡Menuda pregunta!  Mi hijo me dijo que logró convencer a su madre para cenar en casa, que estaba más cómodo aquí. Era normal su madre lo controlaba mucho y yo le daba mas libertad.
No me refirió nada de lo ocurrido, ni yo tampoco lo hice. Me preguntaba si llevaría mucho tiempo observándome cuando yo me percaté,  y aunque estaba algo inquieto por lo ocurrido, no dejaba de pensar que al fin y al cabo yo estaba haciendo algo muy normal y que cuántas veces lo habría hecho él en la intimidad...
No mucho tiempo después de aquello mi mujer volvió a quedarse en casa de sus padres, porque su madre estaba algo enferma. También se llevó a la niña, por supuesto... Aquel día en el trabajo se incorporó una chica nueva en mi departamento. Tendría unos 27 años y un cuerpo escultural. Estuve todo el día cardíaco. No atinaba a lo que hacía y creo que la tía le iba el rollo, porque estuvo todo el tiempo tonteándome. Llegué a casa del trabajo y estaba muy caliente. Sólo quería ir a mi dormitorio y cascármela como un mono. Ya en el ascensor me mire el pantalón y note como mi polla estaba pidiendo guerra...

Pero no fue tan fácil. Mi hijo estaba allí esperándome. Quería contarme una discusión con su madre que lo había enfadado mucho. Yo intenté esquivarlo pero al ver que estaba algo afectado decidí escucharlo. Nos sentamos a hablar y cuando terminamos, se quedó mas tranquilo y comenzamos a tontear y a luchar en broma. A él le gustaban mucho esos juegos porque yo lo cogía y lo zarandeaba de un lado a otro como cuando era más pequeño. Le rodee con mis brazos y lo levanté del suelo y en uno de los zarandeos la espalada me dio un tirón. Entre risas y quejidos me tumbe en el sofá, y le dije que ya estaba muy grande para hacerle eso. El se me tiró encima y me dijo que el que estaba mayor era yo. Entonces me percaté que mi erección no había terminado de cesar del todo, de manera que mientras lo aparté me senté en el sofá y le dije que estaba muy cansado, y que me dolían mucho los pies, que me iba a acostar. Álvaro me dijo que conocía una técnica de masaje para los pies que relajaba mucho. A mi no me pareció muy buena idea en aquel momento, pero cuando me quise dar cuenta ya tenía los zapatos fuera y me estaba quitando los calcetines. Le insistí en que tenia los pies sudados y él me dijo que no le importaba, que para eso era yo su padre.
Mi hijo comenzó a darme un masaje en los pies. Subía hasta los gemelos y volvía a bajar. Me estaba gustando más que comer con las manos, y de repente me imaginé las tetas de mi compañera de trabajo sobre mis pies. De nuevo mi polla iba a reventar mis pantalones; me hacia tanto daño que sin pararme a pensar en las consecuencias, me tuve que desabrochar el pantalón, que entre abierto dejaba ver mis calzoncillos tremendamente abultados por mi verga. Álvaro me tira de la parte inferior de los pantalones para sacármelos, y llevado por mi calentura, apoyo mis manos en el sofá para levantar la pelvis y facilitarle la tarea. Es obvio para los dos que estoy muy cachondo, y mi hijo sube sus manos masajeándome los cuádríceps, rozándome los huevos de vez en cuando. 
Noté mi calzoncillo algo húmedo del líquido que rezumaba mi polla. Con la cabeza inclinada hacia atrás y ciego de lujuria, separe las rodillas dejando ante su cara mi enorme paquete. Entonces pasó, sin verlo, ya que tenia los ojos cerrados. Noté como mi hijo me bajaba los calzoncillos y sin hacer nada para detenerlo, noté como me cogía la polla y empezaba a masajearla de arriba abajo, masturbándome, mientras que con la otra mano me acariciaba los huevos. Aquello era más de lo que nadie había hecho por mí en mucho tiempo, pero no acabo ahí. Estaba tan excitado que no creí lo que estaba pasando. Ahora mi propio hijo estaba lamiendo la polla de su padre, y de un solo movimiento se la metió entera en la boca. Para entonces yo ya tenia los ojos bien abiertos aunque seguía sin creer lo que veía.
Lo único que quería era desahogarme y para mi mejor disfrute cogí la cabeza de mi hijo y la apreté contra mi polla una y otra vez, arriba y abajo hasta conseguir correrme como nunca lo había hecho con su propia madre. Llené su boca de semen y vi como se lo tragaba. Cuando me corrí deje caer mi espalda contra el sofá y tras recuperar el aliento le di las buenas noches a mi hijo y me fui a mi cama.
Me acosté y no tardé en dormirme. Por la mañana llegaría el momento de asimilar todo lo ocurrido. Me lo había montado con mi propio hijo. Mi hijo era marica ... y yo ... ¿también era marica?
Decidí actuar con normalidad, como si no hubiera pasado nada y no hablar del tema ni con mi hijo, ni con nadie más claro. Tiempo habría para todo lo demás.
FIN.

Nota: Este relato fue subido el 3 de diciembre de 2012. Lo que hice entonces fue enlazar el relato, más que reproducirlo íntegro en el blog. La web donde se alojaba este relató cayó, y con ella el relato. Ahora lo recupero para vosotros. Espero que os guste tanto como a mi.
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jeudi 5 novembre 2015

Lord Iron art work 3.













¡Fóllame bien, nene!







¡Tú puedes, chaval!



Entrenador




Momento sofá













Más Lord Iron:
Lord Iron art work.
Lord Iron art work 2.
Lord Iron, ilustraciones
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