... Justo deja de chuparla y los primeros chorros fueron para su cara y el resto a mi pecho y abdomen. Grité con furia al correrme. Y después, aturdido, me incorporo sobre el lecho y lo veo con los chorros de mi leche en su cara y me dice:
-¡Perdón, traté de tragarla más cuando te veniste, pero es muy grande! ¡No pude, Pa!(...)Y en eso escuchamos entrar el auto de mi mujer y ambos nos pusimos en modo pánico. Salimos corriendo, pero me percaté de los chorros de semen que tenía en su cara...
-¡Corré al baño, ya Rafael! -exclamé.
Y permanecí en el cuarto sin saber qué hacer. Estaba más caliente que nunca, tenia la pija todavía dura y sólo deseaba calmarme de una jodida vez...
... La tensión se resolvió cuando mi hijo abandonó el cuarto de baño: simplemente se remojó su rostro lampiño, como los gatos, y se refrescó la cabeza. Pasó frente a mi dormitorio sin apenas mirarme y, escaleras abajo, se reunió con su madre. ¡Que sea lo que Dios quiera!, me dije a mi mismo y no se me ocurrió otra cosa que meterme en la bañera para relajarme y calmar mi excitación. Cuando salía de bañarme escucho que mi mujer le dice a Rafa que las niñas se quedaron a cenar en casa de la abuela y que si quería lo acercaba, pero el muchacho prefirió ir en su bici, a reunirse con ellas. Yo mientras tanto esperé a que mi mujer volviera a la recamara y le hice el amor como unas tres veces esa tarde. Espero que no estés caliente con alguna pendejita y te la estés desquitando conmigo, me dijo ella un poco en broma entre cogida y cogida. Yo solo reí y la llené de besos. Amo a mi mujer con todo mi ser, pero sentía deseos carnales hacia mi propio hijo. No podía borrar de mi mente la hermosa mamada que me había dado mi Rafael. Mi morbosidad no paraba, porque en el fondo yo tenia ganas de cogermelo por el culo. No podía frenar esos deseos. La culpa de vez en cuando aplacaba el ansía de tenerlo penetrado, pero ésta siempre volvía con mas ganas. Para curarme en salud y no desquiciarme, decidí esquivar a mi hijo un tiempo, con la idea de dejarlo solo para chequear si se había arrepentido. Sin embargo, algo en mi fuero interno me decía que no.
Un fin de semana, por cuestiones laborales, tuve que ir a otra provincia, al otro extremo del país. Yo trabajo en banca, y en esos años estábamos en expansión por toda la nación, tras la famosa y escandalosa fusión entre los dos míticos bancos que arruinaron a tantas familias. Como sea, la persona que mandábamos a supervisar una nueva sucursal había renunciado, y me endosaron la tarea. Invité a mi mujer a que me acompañara, ya que yo resolvía todo el viernes y sábado en la mañana y tendríamos sábado a la tarde y todo el domingo para pasear. Ella no aceptó por no sé qué evento importante que tenía con una de sus amigas, y me indicó que podía llevarme a Rafa, del cual afirmó que andaba últimamente un poco distraído. Me negué diciéndole que él no iba aceptar para poder quedarse con sus amigos durante aquel fin de semana, pero para mi sorpresa el viernes a la mañana cuando me ya iba mi mujer me advierte: tengo una sorpresa ya se quien va a ocupar mi pasaje, y aparece mi hijo con su mochila lista, y lleno de felicidad me dice:
- ¡Cómo no me vas a invitar, pa! -exclama - ¡Ya sabés que me hace muy feliz poder acompañarte!
¿Fin de semana de intimidad entre padre e hijo? Bueno, lo cierto es que ambos lo necesitábamos. La oportunidad de poder hablar sin interferencias, me refiero a su madre y las niñas, o quizá sus amigos, parpadeaba frente a mi como las luces intermitentes de un auto. Y a fe que los dos teníamos mucho de que hablar para destensar aquella anómala relación de padre e hijo en la que estábamos cayendo. Así que partimos, y todo trascurrió normal hasta el sábado a la tarde, cuando le pregunté qué quería hacer, que si quería salir a pasear. Y el angelito me dijo que se sentía mal, que se quedaría en el cuarto del hotel, que me fuera yo solo. Obvio que me preocupé y decidí quedarme con él. Nada más entrar en nuestro cuarto del hotel, me dice:
- ¡Ya me siento mucho mejor, repetimos lo de la otra vez porfa!
¡Qué incauto fui otra vez! ¡Trampas y argucias adolescentes! Tensión y espanto en mi rostro, deseo en el suyo. Realmente, ¿aquello estaba sucediendo de verdad?
- ¡No hijo, estoy muy cansado! -fue mi respuesta. No fueron necesarias más palabras.
Él tristemente asintió y nos acostamos a dormir. La tarde languidecía a nuestro alrededor y las calles y los parques de aquella ciudad de provincia se volvieron inhóspitos. Dormimos una inusual siesta, acostados los dos en un mismo lecho, dejando libre el otro, como mudo testigo de lo que acontecería después. Y así, con el rostro de mi hijo recostado sobre mi pecho, me adormecí y soñé que yo volvía a ser un pibe lampiño, y que mi papá era en verdad mi hijo Rafael. Todo este embrollo mental sólo tenía su lógica en aquel extraño universo onírico. En él, mis hormonas adolescentes estaban a full, y mi papá, o sea mi hijo Rafael, me explicaba que los cambios hormonales son pasajeros, pero que nos hacen hombres, y que en ocasiones tienen efectos secundarios, como por ejemplo, que a los varones, se nos paraba la pija todo el tiempo. En este sueño tan estrambótico, yo le escuchaba decir todo aquello de corrido, pero había algo que no cuadraba: mi papá tenía cara de adolescente, y apenas se afeitaba. ¿Cómo podía ser? ¿A vos se te para la pija todo el tiempo, verdad hijo? me decía él. Para mi sorpresa, me abría el cierre del pantalón vaquero y alcanzaba mi verga, que parada, palpitaba, dura y férrea entre sus manos. A continuación, mi padre-hijo se arrodillaba frente a mi y decía algo así como 'esto sólo lo puedo arreglar yo, hijo'. Y se tragaba mi polla en un abrir y cerrar de ojos. Me desperté súbitamente sólo para darme cuenta de que en aquella habitación alguien se estaba comiendo mi verga. Y la realidad cayó sobre mi como una aplastante avalancha. Rafael me estaba mamando la pija con todas sus ganas, sus dos manos aferrando el tronco de mi virilidad.
- ¿Te gusta ahora? -preguntó cuando se dio cuenta que yo lo observaba, no se si horrorizado, no se si medio alelado y acaso algo encantado ante aquel cuadro. - ¿Lo hago mejor que antes? -añadió.
No me quedó otra que dejarle hacer porque se le veía loco con mi pija, y no cesaba de chuparla hasta lograr masturbarme sólo con su boca, para después centrarse en lamer la cabeza de miembro. Admito que de la parálisis pasé, en modo directo, al éxtasis. Me tenia loco del placer que me daba y se me escaparon gemidos de placer, tal vez muy escandalosos, pero me importó un carajo. Luego de un rato se levanta y se sienta en mi panza, permaneciendo un tiempo en silencio, acariciándome la verga.
- ¡Practiqué mucho con un pepino para que no me duela, pa! - dijo - Quiero que seas el primero en que me llene el culo de leche.
Yo no podía creer cómo me hablaba mi hijo. ¡Estaba desesperado por mi pija! Me lo demostró al instante sentándose acomodándose sobre ella: tomó mi pija y se la colocó en la entrada de su ano, que previamente lubricó con dos salivazos. Mientras se sentaba sobre mi polla, una expresión felicidad emanó de su rostro. Y tras un largo y fuerte gemido, sus nalgas tomaron contacto con mi pubis, acariciando mis huevos. En esta posición, empalado, se las arregló para alcanzar mi rostro y besarme por todos lados .Yo iba dejando de a poco que mi pija se adaptara a las entrañas de su culo, incapaz de mover un sólo músculo por no romper el momento que a solas, yo tantas veces deseé. Ya veía su cara de dolor, pero él no se quejaba. Yo le preguntaba si estaba seguro de querer seguir con aquello y me decía que si, que tenía ya tiempo que quería eso. Cuando menos nos dimos cuenta, nos giramos, quedando él abajo con sus piernas en mis hombros y empecé muy despacio a meter y sacar mi pija, follándomelo. Su rostro de pibe con sus labios tan rosados, brillantes y un poco hinchados, y expresión felicidad me trasmitieron seguridad, y me pareció que su corazón se le iba a salir del pecho. Sus ojos que no los podía mantener abiertos, y su voz y sus gemidos que traían descontrolado. No hubo tabúes. Y no fui consciente de que lo estaba culeando con toda la furia, y yo ya gritaba y gemía, y me excitaba desesperado. Era como que no podía dominar ese bombeo infernal. Le besaba el cuello, las tetillas hermosas, esos labios hinchados, y ya ahí sentía como mi pelvis chocaba contra sus huevos y mis huevos chocaban con sus glúteos. No me podía controlar. Parecía que llevase sin coger años de la forma que me estaba cogiendo ese culo, tan calentito, tan apretadito, y tan deseado. Inevitablemente tanta desesperación me llevó a que en poco tiempo terminara con toda mi leche dentro del culito de mi hijo. Caí sin aire encima de él y recuperando la respiración, intenté salirme pero él no lo permitió.
-¡No, por favor no me la saques! -susurró- Sigue moviendo así despacito que me gusta.
Para mi sorpresa mi pija seguía dura como piedra, mientras me giraba y la acomodaba para quedar en posición de cucharita, Él cada vez que sentía que mi pija salía un poco empujaba con fuerza, logrando que se quedara toda adentro. Estaba vez tampoco me di cuenta de que fue en esta postura que empezamos a coger de nuevo. No me sorprendí apenas, disfrutando mi de pija dentro de su hermoso culo, y más desesperado me ponía sentir cómo lo gozaba de placer. Pronto estuvimos él boca abajo y yo encima. En ocasiones no pude evitar enderezarme un poco para ver cómo entraba y salía mi pija de su culo, al compás de sus terribles gemidos y bufidos. ¡De pronto me vi a mi mismo como un adolescente que tuviera su primera vez y que descubría la dicha al máximo! Olas de placer me inundaron el ser, y de repente empecé a sentir como su culo se contraía y, al hacerlo, succionaba mi polla. Ese placer fue mayor aún que antes; algo que a mis 43 años jamás había sentido con mi propia mujer en ninguno de nuestros jueguecitos. No pude controlarme y en medio de un grito desgarrado, empecé a largar toda mi leche de nuevo dentro de su culo. Aquella extraña succión continuó mientras me corría, y llegó a su punto álgido cuando mi hijo exclamó sorprendido:
-¡Me estoy corriendo, pa!
Cuando al cabo recuperamos de nuevo la respiración, me dijo:
- Pa, terminé sin siquiera tocarme. ¿Algo anda mal?
- ¡No bebé, es normal eso! -le dije.
Le expliqué lo de la próstata, que con mi pene, de alguna manera, alcancé a estimularle, logrando provocar un orgasmo sin que él tuviera que hacer nada más, ni siquiera tocarse. Naturalmente, aquella explicación no le aclaró mucho sus dudas, pero como yo insistí que en todo estaba bien, los dos nos fuimos a bañar, y al poco caímos rendidos sobre la cama. Una cena fría de room-servicefue lo único que nos sacó del lecho, esperando a que se presentara la señora culpa, junto con el señor remordimiento. Al otro día cuando me desperté se presentaron los dos, juntos y de la mano, mientras yo luché por mantener vivos los recuerdos de la hermosa noche que habíamos pasado. Pero ganó la culpa, y le cedió el paso al remordimiento. En ese punto, lo único que cabía hacer era alistarnos para volvernos.
Al llegar a casa apenas abro la puerta, estaba un compañero de trabajo de mi esposa. Me sorprendió que se pusiera tan nervioso y que hablara tan alto. Nos dio la bienvenida, y buscó crear una de esas conversiones absurdas para momentos absurdos: que si el tiempo, que si el tráfico, que si el gobierno y los impuestos... Al rato apareció mi esposa también como nerviosa, le agradeció por llevarla y él se fue. No lo voy hacer mas largo, pero después de tantas discusiones por esa situación mi esposa me confesó que me era infiel, que lo único que la ataba a mi era los hijos y el buen sexo. Yo me quede sin saber qué hacer. Mi vida pareció deshacerse un sólo fin de semana. De esposo idílico y padre ejemplar, pasé a ser un padre incestuoso, y un cornudo marido, por partida doble. No me apetece entrar en detalles. Ella decidió irse y terminamos separándonos en buenos términos: mis hijas decidieron irse a vivir con ella, pero Rafa me pidió que quería irse conmigo. Pasó mucho tiempo después de la separación, como unos seis meses, yo aún pensaba más en ese ultimo tiempo en la noche que pasamos con Rafa cuando viajamos a la provincia que que en mi ex esposa. La evocación de ese recuerdo me absorbía todo mi tiempo, y mi cordura. No entendía qué me pasaba. Moría de ganas de cogérmelo de nuevo, pero si pensaba en otro hombre me daba asco, y me invadía un sentimiento de repugnancia. Fueron días extraños. Ya en ese tiempo de abstinencia, porque nunca más volví a dormir con él, de sólo verlo se me paraba la pija, y dura como una vara de acero, me pedía acción. Acepté que, fuese por la razón que fuese, lo que me pasaba era muy peculiar: se trataba sólo de una atracción sexual hacia mi hijo. Yo no era homosexual y punto. Como no me apetecía averiguar qué de verdad había en la última parte de esta aseveración, decidí dejar todo atrás y olvidarme. Pero no podía. Con la verga dura a todas horas, como un adolescente, terminaba masturbándome como un loco, recordando aquella noche, anhelando a mi hijo. Podía aceptar la realidad del incesto, pero verme a mi mismo como un marica, sería como desgarrarme por dentro. Una noche entró Rafael a mi habitación, pidiendo hablar conmigo.
Le abracé y le aclaré cómo había sido todo, y le pedí que no por eso tenia que odiar a su madre, que esas cosas pasaban aveces en algunas parejas. Charlamos mucho de esos temas hasta que se quedó dormido. A mi lado, le vi de nuevo como un niño y me adormecí abrazado a él. Cuando abrí los ojos y me desperté, comprobé que para mi sorpresa, que me había destapado y tras haberme bajado mi piyama y se dedicó a darme una hermosa mamada. Esta vez le dejé hacer, y sin oponer resistencia alguna me dejé llevar por el placer. No aguanté mucho y en menos de 10 minutos le estaba llenando la boca de leche. Esa noche cogimos sin descanso. Cada día esperaba que él llegara para pedirme que lo cogiera toda la noche, y yo accedía. Y fue así como los dos caímos en una rutina sexual de la que no podíamos escapar. Tanto ajetreo no lo pude seguir, mi cuerpo no respondía tanto a sus exigencias, y en ocasiones sólo yacíamos en el lecho el uno al lado del otro. Hasta que un tiempo después me confesó que le gustaba mucho un chico del gimnasio que lo había invitado a tomar algo. Salió y volvió tan feliz de su cita, aunque seguía pidiéndome que lo cogiera. Tuvo varios amoríos y encuentros de sólo sexo, MI hijo simplemente venia y me lo contaba sin ningún tipo de pudor. Cuando conocí a otra mujer le dije que tenía que permitirme ser feliz con ella.
Él lo aceptó.
Actualmente sigo en pareja y mi hijo vive solo desde hace ya cuatro años. Cada vez que lo visito, si estamos solos, a la pequeña insinuación que me hace terminamos cogiendo como locos desesperados. Él ahora está en pareja y es aparentemente muy feliz con este chico, que se nota que lo quiere muchísimo. Por el momento hace ya un muy buen tiempo que evito cualquier situación que nos pueda llevar a terminar cogiendo. No quiero ni deseo comprometernos. Vamos a ver cuánto duro sin ese culo hermoso de mi hijo, el cual por cierto es ya todo un hombre, a quien le gustan los hombres... casi tanto como a mi.
La culpa siempre estuvo por esta sociedad donde hemos sido criados. Y para sobrevivir, debemos erigir muros que nos protejan.
Pero a mi siempre me ganó el morbo sin poder controlarlo.
FIN.
Autor desconocido.
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Extraido de Relatos Para Hombres.
Este relato es una edición especial para Sin Manías del relato titulado Morbo por el culo de mi hijo.
Pincha aquí para leer la primera parte del relato.
Autor desconocido.
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Extraido de Relatos Para Hombres.
Este relato es una edición especial para Sin Manías del relato titulado Morbo por el culo de mi hijo.
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