samedi 30 avril 2016

Del tal padre, tal hijo. (Relato) - Tercera Parte

UN ACTO PROHIBIDO.

Alex se bajo del taxi y tras estirar su adolorido cuello, contempló los edificios que se levantaban ante él. Las moles de concreto dominaban la calle con su agradable color azul. (...)  La puerta se abrió. Un hombre de treinta y tantos años, alto, mal rasurado, de torso desnudo y complexión atlética, salió y miró a Alex con desconcierto.
(...) Su miembro se endureció de manera inmediata extendiéndose en toda su longitud, reclamando ser satisfecho, ya sin excusas. Casi sin darse cuenta llevó su mano hacia su sexo, lo asió con fuerza, y comenzó a masturbarse.(...) Se imaginó tocando aquel cuerpo, cediendo a sus más bajos instintos, dejándose poseer de todas las maneras posibles por ese glorioso espécimen masculino que era su entrenador y también su propio padre.(...)
-¡Te deseo, te deseo desde que abrí la puerta y te vi! Al principio pensé que eras un chico cualquiera, el chico más hermoso que hubiera visto, pero de inmediato caí en cuenta de que eras mi hijo- Mientras hablaba extendió sus manos acariciando el rostro de Álex de manera frenética – Pensé que se me pasaría, que podría controlarlo, pero cuando te vi medio desnudo y después de tocar tu piel… supe que estaba perdido...
- ¿Es que no te das cuenta de que yo siento lo mismo? – replicó Álex con la voz quebrada...
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...Héctor se separó un momento de los sedientos labios de su hijo. Lo miró con avidez, sus ojos se llenaron de aquella joven y masculina belleza. Si, lo deseaba y toda objeción que hubiera existido antes dejó de ser importante.  Lo único que contaba era el aquí y el ahora. Atrajo a Álex hacia si una vez más y tras besarlo frugalmente en los labios, le besó el cabello, los párpados, las orejas, el cuello. Héctor deseaba devorar ese cuerpo y con tal de hacerlo rodeó el torso del chico con más fuerza, obligándolo a subir al sillón y ponerse a horcajadas sobre su regazo. Héctor se encontró con la mirada de Álex; ambos pudieron ver el deseo reflejado en los ojos del otro. Se deseaban, no había dudas ni vuelta atrás. El muchacho sintió la mano de Héctor recorrer su espalda desnuda, desde la base del cuello hasta su cadera.  Un momento después, la otra mano de su padre le acariciaba el pecho, enredando sus dedos en el suave vello que nacía en sus pectorales y vientre. El chico no pudo evitar sentir un escalofrío de placer recorriéndole toda la piel.
      - Eres el joven más hermoso que he visto en toda mi vida - Tras estas palabras, Héctor acercó su boca a uno de los pezones de su hijo y comenzó a lamerlo con deleite.
     Álex soltó un gemido al sentir aquella caricia.  Su cuerpo se estremeció y el placer empezó a aumentar en oleadas conforme sentía la ardiente boca de su padre chupar y morder su virgen pezón, ahora erecto y sonrosado.  Héctor sonrió al notar la reacción de Alex. Quería obsequiarle con el mayor placer del mundo, después de todo era su hijo y sólo quería lo mejor para él. Así que puso a trabajar la destreza que había adquirido con los años moviendo sus labios por el torso y abdomen del chico, lamiendo, mordiendo, succionando, prodigando caricias y arrancando suspiros de satisfacción. Mientras degustaba el sabor de la juventud que yacía en aquella piel, Héctor ocupó sus manos en recorrer nuevamente la piel de la espalda de su hijo, bajando cada vez mas para después colar sus manos dentro del ajustado bóxer, donde masajeó con deleite las redondeadas nalgas del adolescente. La intensidad de las caricias era demasiada.  Álex casi sentía desmayarse, así que se aferró al cuerpo de su padre y  clavó los dedos en su espalda,  obteniendo como respuesta un sordo gruñido y un aumento en la intensidad del toqueteo… Al parecer, Héctor se estaba dejando llevar por la excitación, porque lo que siguiente que Alex sintió fue como, en un arranque de lujuria, Héctor le rasgaba sus bóxers, arrancándoselos del todo y dejándolo desnudo y sobrecogido, su sexo, completamente erecto.                                                                                     
    Finalmente Héctor podía contemplar a su hijo, el bello adonis tal como había llegado al mundo, desnudo, indefenso e infinitamente hermoso. Ya antes había deleitado no sólo sus ojos si no también sus manos en aquel torso de blanca piel y definidas proporciones, salpicado de un sedoso vello castaño. Sin embargo esta vez pudo contemplar en toda su gloria el joven miembro de Alex. Su proporción era hermosa, de unos 17 cms de largo, con un grueso y venoso tronco sosteniendo una cabeza brillante y violácea que apuntaba mas allá de su ombligo. Al tacto resultaba férreo y palpitante, y el glande escurría profusamente un brillante liquido que lo hacía ver mas apetitoso. Héctor apenas podía creer que ya hacía 17 años, él mismo había ayudado a concebir a este joven efebo y más aún, que estuviera por desflorarlo.
     Álex sintió como la mirada de su padre le quemaba la piel y le encantó ser objeto de aquel obsceno deseo. Permaneció inmóvil, esperando pacientemente a que Héctor saciara su visión. Él antes ya había tenido oportunidad de contemplar el cuerpo desnudo de su padre, y supuso que seria justo dejar que él hiciera otro tanto. Una tibia y húmeda sensación lo tomó por sorpresa: bajó la mirada para ver cómo Héctor engullía su miembro, y empezaba a mamarlo con suavidad. La lengua paterna recorrió su hombría de punta a punta, lamiéndolo como si fuera un helado. Enseguida los labios se unieron al festín, cubriendo con delicadeza el glande para después masajearlo lentamente. Álex se maravilló contemplando cómo su miembro desaparecía por completo en la húmeda boca de su padre, para después sentir su lengua como llama ardiente acariciando su miembro, regalándole un placer único, al mismo tiempo que los hábiles dedos de Héctor se abrieron paso por entre las apretadas nalgas, llegando hasta el apretado ano y acariciando los bordes de aquella apetitosa entrada. La combinación fue muy poderosa y Álex  se perdió y sintió que se rendía a su padre.  Anulada ya su voluntad, su cuerpo se sentía desmadejado por una marejada de placenteras sensaciones. Las caricias en su piel habían logrado estremecerlo a tal punto que su mente se desconectó. Por un momento fue solo un cuerpo inundado por el placer: no hubo nada mas, simplemente fue demasiado para él. Sólo logró mantenerse erguido, gimiendo como poseso, con la mirada perdida, mientras su padre lo sometía al más intenso placer.
Fue durante ese estado de abandono que Alex comenzó a sentir algo extraño. Inició como un ligero cosquilleo que se coló por su piel, llegando a sus entrañas e incluso pudo sentirlo en los huesos. Aquella sensación comenzó a concentrarse en su vientre, formando una vorágine que explotó sin previo aviso inflamando su cuerpo con la más exquisita sensación que jamás hubiera sentido.
     Héctor sintió como el cuerpo de su hijo se convulsionaba presa del placer. Las manos del chico le arañaban la espalda y se aferraban a su cabello, hasta que Álex se corrió, lanzando un grito al ire. De pronto la boca de su padre se vio llena de una dulce y espesa sustancia que aquel joven pene disparaba con fuerza y fue tal la intensidad que no pudo contenerla, y pronto el semen ya le escurría por las comisuras de su boca. Habiendo degustado todos los disparos del delicioso esperma que su hijo le regaló, sacó el erecto miembro de su boca y con deleite lamió los residuos que quedaron adheridos a la piel. El sabor de aquella blanca leche le resultó una exquisitez y hasta se le antojó que tenía una cualidad agridulce que le alegró el paladar. Si por él fuera no querría probar nada más en su vida.

      Cuando Álex logró recuperarse del orgasmo que había sufrido, abrió los ojos y bajó la mirada. La visión de su padre relamiéndose los labios cubiertos de semen lo recibió. Una exclamación de satisfacción escapo de sus labios. Aquel sonido invitó a Héctor a mirarlo.
      - Esto es un manjar de los dioses – susurro él, con notoria satisfacción.
     - Me gustaría probar el tuyo… -lo decir Álex- Las madres alimentan a sus hijos cuando son pequeños; siendo mi padre deberías alimentarme con tu leche para que pueda convertirme en todo un hombre… Para que me convierta en tu hombre… aunque tendrás que guiarme, nunca he hecho algo así.
      Héctor no pudo evitar sonreír ante estas palabras.
      - Eso no está bien, siendo el más bello de los efebos, deberías tener un harem de hombres a tus pies listos a cumplir todos tus deseos.
     - Lo dices sólo porque soy tu hijo – replicó Alex apenado – Además el que tiene un harem de jovencitos eres tu.
     - ¡Créeme tu Álex, tú vales mil veces más!  ¡Eres lo único que deseo y lo único que desearé de ahora en adelante.
      Álex estaba arrobado. Aquellas palabras significaban mucho. No encontraba como contestar a tan bellos sentimientos. Sólo atino a inclinarse y responder con un profundo beso. Aquellos labios lo recibieron con su dulce sabor ambarino, ahora mezclado con su semilla masculina, convirtiendo la saliva de su padre en una sustancia densa y de sabor fuerte que invitaba a pecar una y mil veces más. Sin interrumpir el beso, Héctor se levanto del sillón. Ahora era él quien tenía que inclinarse ligeramente para besar a Álex.  Y ahora fueron las manos del chico las que, ansiosas y llenas de deseo, intentaron recorrer el cuerpo de su padre, pero al encontrarse con la barrera de la ropa redirigieron su esfuerzo y se empeñaron en desabotonar la camisa que llevaba puesta.  Tras conseguirlo se colaron entre los pliegues de la prenda en búsqueda de su piel febril. Aquellas jóvenes manos recorrieron la geografía del torso de Héctor. Acariciaron cada musculo, deleitándose en la aterciopelada piel cubierta de vello. Álex sintió la necesidad de probar aquella piel y se inclinó e imitando a su padre, comenzó recorrer cada centímetro de piel con su lengua, disfrutando del sabor y perdiéndose en la sensación de aquel cuerpo tan varonil. Con fascinación recorrió cada parte de aquel torso, bajando cada vez más. Pronto estuvo hincado en el suelo contemplando el prominente bulto que su padre guardaba en su entrepierna. Con una mirada expectante,  Álex vio como su padre se prestaba a cumplir su deseo. Con parsimonia bajó su cierre y del interior de su pantalón extrajo su erecto y pulsante miembro. Al chico le pareció descomunal.  Y aunque ya antes había tenido oportunidad de verlo en reposo, nada se comparaba a contemplarlo en toda su erecta gloria. Era notoriamente grueso y de color cremoso. Tenía una envergadura de unos 20 centímetros, el glande, ligeramente más grande que el tronco, palpitaba como si de un corazón se tratase. En conjunto resultaba gigantescamente bello.
   Mientras estaba ahí, hincado con aquel miembro sobre su rostro, Álex se llenó de un sentimiento de adoración. Allí estaba el instrumento que le había dado la vida. De aquel mismo pene había salido la semilla que le dio origen. Este enorme y turgente cetro de carne era su objeto de adoración y él se convertiría en su acolito, y haría de su cuerpo un altar donde le rendiría pleitesía. Sabía que la blanca semilla generada por su padre le había dado vida y sentía que ahora podía comulgar con ella. Debía recibirla y guardarla dentro de si. Lleno de fervor, abrió su boca, extrajo su lengua y comenzó a ungir el pene paterno con su saliva. Su padre gimió y bufó mientras sentía a su hijo lamerle la verga. Álex gimoteó al degustar su sabor. Era similar al almizclado aroma que desprendía su piel, sólo que infinitamente más delicioso. Mientras recorría con su lengua cada centímetro del ciclópeo miembro de su padre, Alex se sintió sobrecogido. ¿Como haría para meterlo todo dentro de su boca? Quería complacer a su padre, quería probarle que las palabras que había dicho eran ciertas, que valía mil veces más que cualquiera de sus jóvenes amantes. Intentando lograr el truco unió sus labios al festín y pronto hacia esfuerzos por mantener aquel inmenso pedazo de carne dentro de su boca. Logró introducir poco más de la mitad cuando las arcadas se dejaron sentir en su garganta. Apenado se sacó el miembro de la boca.
    Héctor estaba orgulloso de su hijo; sin dificultad imitó todas las caricias que había practicado en él. Se notaba como hacia lo posible por brindarle el mismo placer y por Dios, lo estaba logrando. Sin embargo era obvio que por más esfuerzos que hiciera su inexperta boca no podía recibir un miembro como el suyo: era demasiado grande para una boca inexperta.
    - ¡Álex no te preocupes, es cosa de práctica y te prometo que practicaremos mucho! - Exclamo Héctor acariciando el cabello de su hijo para después guiñarle el ojo.
     El chico sonrió. Había entendió el mensaje. Luego de corresponder la sonrisa, volvió al ataque. Nuevamente sacó su lengua buscando saborear aquella delicia. Improvisando, busco la manera de masajear aquella carne turgente; chupó la cabeza, masajeó el tronco con los labios y con cada intento notó como su padre empezaba a gemir cada vez más y más complacido. No había duda que las reacciones de su padre eran notorias y su placer palpable. Con más seguridad intentó nuevamente introducir el enorme miembro en su boca.  Sabía que no lo lograría, así que esta vez cubrió tanto como pudo con su boca, y con sus manos cubrió la base. Poco a poco sincronizó sus movimientos, y al instante se dio cuenta de que iba por buen camino. La férrea erección de su padre cobró más firmeza y pudo saborear con claridad su espeso néctar pre eyaculatorio: era único, salado y robusto como si de un licor se tratase.
        - ¡Alex, por dios! –exclamó Héctor con voz entrecortada- ¡No te detengas… es delicioso!
      El chico sonrió complacido y continuo su labor, acelerando el ritmo poco a poco, provocando gemidos cada vez más escandalosos de parte de su padre. 
      Héctor no soportó mucho más tiempo. Nunca pensó que un chico virgen e por tanto inexperto, fuera capaz de darle la mamada más deliciosa de su vida.  O tal vez no era sólo eso, tal vez era el hecho de que el chico más hermoso que jamás hubiera conocido, y que de casualidad era su hijo, el hijo que deseaba beber la blanca esencia que manaba de su miembro viril, la misma con la que lo había concebido años atrás. Esa imagen fue el detonador.  Sin poder controlarse más, Héctor experimento un orgasmo lleno de una gran intensidad, y sordos gruñidos escaparon de su pecho. Su cuerpo se estremeció con fuerza y su verga expulsó chorros y chorros de blanca esperma que Alex se apresuró a beber.
     La intensa eyaculación de Héctor fue demasiado para Alex. Aquella blanca y ardiente metralla pronto le llenó la boca. Temiendo ahogarse se separó del sexo de su padre, recibiendo otros tantos disparos en el rostro. Alex cerró los ojos disfrutando aquella tibia y gloriosa sensación que cubría su rostro y escurría por su pecho. Se sentía como la tierra seca que recibe la lluvia tras un largo tiempo de sequia; y aquel sabor… el sabor del blanco licor de Héctor le llenó el paladar, descubriendo que era algo que siempre había deseado y de lo que nunca se cansaría. Se sentía bendecido: su padre lo había bañado con su semilla de creación. Abrió los ojos y pudo ver como las últimas gotas de aquel elixir resbalaban por el glande de su progenitor. Con fervor se acercó y libó los residuos de aquel néctar divino. No pensaba dejar escapar ni la más mínima gota.
       Héctor tardó un poco en recuperar el aliento. El orgasmo que sintió había sido extraordinario. No lograba entender a que se debía. Su vida sexual había sido amplia y variada, pero ninguna de sus experiencias le habían dejado tan satisfecho y ansioso al mismo tiempo, pero tenía la seguridad de que si continuaba, podría averiguar de qué se trataba. Abrió los ojos sólo para contemplar lo que considero la imagen más sensual que jamás había visto: su hijo aún yacía hincado con los ojos cerrados y el rostro apuntando al cielo; su boca, cara y pecho estaban rebosantes de su esperma, pero lo que más le sobrecogió fue la expresión en el rostro de su hijo: fervor, placer y éxtasis. Sin poder contenerse se hincó frente a Alex y comenzó a besarlo y abrazarlo. Tenía la insaciable necesidad de grabar sus labios en aquella joven piel. Álex le miró a los ojos y ambos compartieron una mirada de intensidad y la mutua e intolerable necesidad de satisfacer sus deseos.  Era un hecho.  Si aquella pasión no era apagada, los terminaría consumiendo hasta morir.
     Héctor sintió su polla latir con fuerza, ansiando llenar las entrañas de su hijo, pero sabía que sería tarea complicada siendo Alex aún virgen.
       Como padre supo que debía tomar el control…
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Autor: N. Argueta
FIN DE LA TERCERA PARTE.


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