samedi 9 avril 2016

Del tal padre, tal hijo. (Relato) - Segunda Parte

BOY TOY.
Álex reaccionó al instante. Limpió los restos de su reciente eyaculación del espejo y enseguida abrió la regadera y se puso bajo el chorro de agua. Tras un par de minutos se hizo evidente que su excitación era extremadamente intensa, pues su erección se negaba a desaparecer; su pene aun reclamaba su atención, engrosado por la ardiente sangre que circulaba por sus venas. Tuvo que pasar varios minutos bajo el chorro de agua helada hasta que su excitación remitió lo suficiente como para salir del baño y encarar a su padre. Luego de asegurarse de manera casi obsesiva que la toalla que se puso rodeando la cintura no denotara el bulto en su entrepierna, Álex se prestó a salir. Al entrar en la habitación su padre lo recibió vestido solamente con un ajustado bóxer. El chico se reajustó la toalla al sentir que su erección cobraba fuerzas una vez mas.
  - ¡Wow! – exclamó Héctor mientras contemplaba a su hijo – En verdad haces ejercicio. Tienes un cuerpo muy bien desarrollado.
                - Gracias… - replicó Alex abrumado.
                - En serio, quien te haya entrenado ha hecho un buen trabajo. Mencionaste que practicas gimnasia ¿Cierto?
                  - Si.
                - Mis respetos. En verdad tu cuerpo es ideal.

    Las palabras de su padre perturbaron a Alex, y dado su reciente incidente en el baño, sólo lograron aumentar más su ya inaguantable nivel de excitación. Intentando evitar que Héctor se diera cuenta del ahora notorio bulto en la toalla, se dio la vuelta y murmuró:
    - Oye… Lo del Masaje.
              - ¡Ah, cierto! Acomódate en la cama, boca abajo – Héctor hizo una pausa, como si quisiera decir algo más, pero tras un par de segundos continuó – Y déjate la toalla puesta… Por favor.
Aunque el tono extrañó a Alex, decidió no darle mas importancia y se acostó en la cama agradeciendo que ahora podía esconder su embarazosa erección.
- Esa molestia que tienes – continuo Héctor – es tensión y estrés. Ya sabes que la presión antes de alguna competencia puede ser horrible, así que empecé a hacer esto con mis alumnos si estaban muy tensos ¡Funcionó de maravilla! Se relajaban y daban todo en la competencia.
           - Suena genial… – replicó Alex mientras luchaba por acomodar su erecto pene entre el colchón y su abdomen de tal manera que pasara desapercibido.
             - Dicen que tengo manos mágicas – agrego el hombre riendo - ¿Listo?
             - Eso creo.
Álex cerró los ojos y se preparó. Su mente aun estaba alterada y el cuello volvía a molestarle. Probablemente su padre tenía razón, solo era tensión acumulada… tensión sexual al menos.  El chico sintió como su padre tomaba su pie izquierdo y con un suave movimiento empezó a masajearlo. En ese momento Alex entendió lo de las “manos mágicas”. Con destreza recorrió cada musculo, estimulando tendones, presionando músculos y eliminando las molestias. Las palmas de su padre se sentían tibias, firmes, ligeramente rasposas e increíblemente agradables. Con maestría masajeó ambos pies y tobillos. para después subir por las piernas en dirección a los muslos. Álex se alegró al notar que su padre evitaba la zona de la cadera y continuaba en la espalda baja. Desde allí extendió sus movimientos con las palmas recorriendo toda la espalda y los brazos. No fue si no hasta ese momento que Álex se dio cuenta de que tan cansado y tenso estaba. El mansaje de su padre estaba obrando maravillas, deshaciendo su tensión y brindándole un intenso y relajante placer. Héctor comenzó a maniobrar, esta vez con sus dedos y nudillos, sobre ciertas áreas en la espalda de su hijo. El chico no pudo evitar gemir. Era como si su cuerpo sintiera la mas intensa caricia y se perdiera en ella, y con cada toque de la mano paterna, se hundía más y más en aquel pozo de satisfacción. Para cuando las manos de Héctor llegaron al cuello y los hombros de Alex, el dolor y la tensión habían desaparecido reemplazados por una intensa sensación de placer, obligándolo a gemir sugestivamente con cada movimiento de su padre. Súbitamente Álex dejó de sentir las manos de Héctor sobre su piel. Un silencio ominoso llenó el cuarto. Desconcertado se volvió. Su padre seguía ahí junto a él, sin embargo su rostro reflejaba un gesto extraño y confuso. Asustado Alex lo miró con más calma y tras incorporarse lo tomó del hombro. 
  - ¿Papá, estas bien? – Héctor pareció volver en si en ese momento y la funesta expresión desapareció.
                - Parece que el dolor se fue – exclamó Héctor con un tono desencajado y ausente.
                - ¿Qué tienes?
                - Nada, es solo que olvidé algo… Acuéstate y descansa –ordenó- Yo iré al estudio un rato y luego vendré a dormir. No sé cuanto pueda tardarme. No me esperes despierto.

Álex asintió confuso y antes de que pudiera replicar algo, su padre salió del cuarto y se encerró en el estudio. Durante un rato, se podía escuchar como Héctor caminaba de un lado al otro, revolviendo papeles y cajones. Sin saber qué hacer, Álex se puso su ropa interior y se preparó para dormir. Mientras se acostaba constató que su erección al igual que la molestia en su cuello había desaparecido, sin embargo fueron reemplazados por una profunda confusión, causada por la extraña reacción de su padre. El baño y el masaje habían cumplido su cometido. Se sentía relajado y cansado, pero deseaba esperar a su padre, y darle las buenas noches. A pesar de sus esfuerzos para mantenerse despierto en espera de Héctor, no logró vencer al cansancio y pronto se quedó dormido.
Álex se despertó sintiendo una suave tibieza sobre su piel. Su conciencia se negaba a despertar, la cómoda y aterciopelada paz de los sueños lo envolvía tan dulcemente que no quería deshacerse de aquel abrazo. Tras un rato de semi inconsciencia un rayo de sol se coló por la ventana, dándole de lleno en la cara. La molestia fue suficiente para traerlo al mundo de la vigila de manera definitiva. Por un segundo no reconoció el lugar donde estaba. Poco a poco su mente empezó a recuperar los fragmentos de la noche anterior. Tras recordarlo todo, se volvió de manera impulsiva. Su padre no estaba a su lado, pero la cama parecía haber sido usada. Álex llenó sus pulmones con aquel masculino y agradable aroma que pertenecía a su padre y que aín manaba de las sabanas. Una nota en el buro al lado de la cama llamó su atención. Escrito en una elegante caligrafía estaba el siguiente mensaje: Espero que hayas dormido bien. Tuve que salir temprano y no quise despertarte. Descansa y tomate tu tiempo, recuerda que estas en tu casa. Te dejo un poco de dinero por si se te ofrece algo y un juego de llaves por si quieres salir; si lo haces no vayas lejos, aún no conoces la zona y no me gustaría que te perdieras. Paso por ti mas tarde para que cenemos juntos. Te quiere: Héctor, tu papá.
            Tal como prometía la nota había un juego de llaves y un par de billetes en el mueble; también encontró una tarjeta de presentación con el número telefónico de su papá, y en el dorso, escrito con la misma caligrafía otro mensaje: llámame si necesitas algo. Álex no sabía qué pensar. Tras el cambio de actitud que su padre tuvo la noche anterior, este mensaje tan familiar y cariñoso, le ponía las cosas aún peor ¿Qué estaba ocurriendo? Necesitaba pensar, y  salir a correr siempre le ayudaba a aclarar sus ideas, así que tras estirarse como un gato salió de la cama, se puso su ropa deportiva y salió del departamento. Como Alex había pensado, el área verde que rodeaba los departamentos era ideal para correr y hacer ejercicio. Inició con una caminata ligera y al cabo de un rato aumento el ritmo hasta convertirlo en un apresurado trote. Mientras sentía su pulso acelerarse y el oxigeno llenar sus pulmones, meditó nuevamente acerca de su padre lo que sentía por él y lo que había pasado hacía unas horas. Tras media hora de carrera y varias vueltas al edificio, estaba justo donde empezó:  confundido y sin respuesta.  Cansado se detuvo junto al árbol por donde había pasado el día anterior. Al notar donde se encontraba, buscó la ventana donde había espiado a los amantes y tras localizarla, se asomó discretamente, esta vez el cuarto estaba vacío.
- ¿Espiando a los vecinos?
Alex dio un salto al saberse descubierto. Apenado, se volvió sólo para encontrarse al repartidor que les había llevado la pizza ayer, Mateo, el ex alumno de su padre.
- No te culpo - continuó el otro ignorando la mirada asesina que le dirigía Alex – El tal Gabriel es un agasajo a la vista, pero tiene un genio de los mil demonios.
Antes de responder, Álex cambió su despectiva expresión hacia el chico por otra apreciativa.  No estaba nada mal.  Era más alto que él, probablemente de la misma estatura que su padre; a pesar de que su rostro era de rasgos comunes, resultaba armónico y masculino. Algo en sus ojos castaños y en su actitud beligerante, le daba un aire atractivo. No llevaba la playera puesta, al parecer también estaba corriendo y se la acababa de quitar. Su piel blanca y apiñonada, brillaba húmeda, dándole a su torso definido un brillo sensual. Tras contemplarlo largamente, Alex exclamó:
- Mateo, ¿Cierto? – El chico asintió - ¿En qué te puedo ayudar?
                - En nada en particular. Sólo estaba corriendo y te vi por aquí y decidí saludar al nuevo boy toy del Sr Héctor. – Tras decir esto, colocó sus manos detrás de su cabeza, y le regaló a Alex una cínica sonrisa.  El chico soltó un bufido. Mateo era atractivo, no cabía duda, pero le agradaba cada vez menos. Sus palabras, su tono, su pose, eran tan irritantes para Alex, y se sentía  como si lo retara y le coqueteara al mismo tiempo. De repente, Álex sóle tenía ganas de molerlo a golpes.
- Mira, no sé quien te crees que eres pero…
                - ¡Tranquilo! No quiero molestarte – replicó Mateo sin quitar la sonrisa del rostro – Además a mi no me consta nada, sólo repito rumores que…
                - Héctor es mi Papá –dijo Álex por fin.
                - ¿Eres su hijo? Yo pensé… perdón… es que. – Tras la sorpresa inicial, fue Mateo quien barrió con la mirada a Alex. Ahora que lo dices –continuó- si, tienen un aire similar y el atractivo de familia es innegable. Y le guiño un ojo a Álex de manera casi obscena.
Presintiendo la furia de su interlocutor, Mateo dio un salto hacia atrás, y tras agitar la mano en forma de despedida, dio la vuelta y salió corriendo. Álex estaba muy alterado. No era sólo la actitud de Mateo, lo que acababa de decirle le había calado muy hondo. Más confundido que antes, decidió regresar al departamento donde intentó hacerse de desayunar, pero su cabeza estaba en otro lado y tras quemar sus huevos, se dio cuenta de que tampoco tenía apetito.
Tras limpiar su estropicio en la cocina, decidió que también debería ordenar sus cosas y hacer la cama.  Era lo mínimo que podía hacer después de haber dormido allí. Mientras la arreglaba las palabras de Mateo le daban vueltas una y otra vez. ¿Sería cierto? Y si así fuera ¿Qué implicaría? ¿Seria esa la razón por la cual Héctor había cambiado su actitud de un momento a otro? ¿Era su padre un putero, proclive a tener relaciones del todo promiscuas, con muchachos, a los que Mateo se había refierido como boy toys? ¿Sentiría algo por Alex?... Pero era un rumor, ¿cierto? ¿Habría forma alguna de confirmarlo? Espoleado por esta idea decidió revisar la casa en busca de aquella prueba. Con el mayor cuidado posible rebuscó en cada cajón y espacio de la habitación de su padre, poniendo especial atención en dejar todo como estaba tras haberlo revisado minuciosamente. Ropa, cajas, documentos, enseres personales… Tras un par de horas de larga investigación, la frustración de Alex estaba al tope. No había encontrado nada, al menos nada esclarecedor. Su padre parecía un hombre de rectitud impecable y era eso lo que resultaba más sospechoso. Incluso él, siendo virgen e inexperto, tenia condones y algo de pornografía escondida en su habitación, con mayor razón Héctor, siendo un adulto soltero, atractivo y con necesidades, debía tener semejantes objetos; pero si los tenia, Álex no había podido encontrarlos. Sin embargo no se rendía, aún debía buscar en el estudio. Justo cuando estaba entrando al estudio, el teléfono sonó sobresaltando a Alex. Tras recobrar el aliento, contestó fingiendo la mayor naturalidad posible.
    - ¿Bueno?
                - ¡Alex! ¿Cómo estas? ¿Qué tal tu día? – Pregunto la voz de su padre en tono jovial.
                - Bien, gracias.
                - ¿Hiciste algo especial?
                - No… Sólo… Salí a correr en la mañana y he estado ordenando algunas de mis cosas y perdiendo el tiempo.
                - Me da gusto que no dejes tu entrenamiento… Oye, ya terminé aquí, ¿Te parece si vamos a comer y al cine?
                - Si claro, me encantaría.
                - Muy bien, paso por ti en una hora.
Tras cortar la comunicación Alex spermaneció ahí parado con el auricular en la mano y sin saber qué hacer. La voz de su padre sonaba tan cordial y cariñosa, sin rastro de la frialdad de la noche anterior ¿Se estaría imaginando todo? Tenía poco tiempo. Reaccionando con lentitud colgó el teléfono y fue a asearse. El estudio debía esperar… O tal vez lo dejaría por la paz.
Pero Héctor  llegó al cabo de una hora y Álex ya estaba listo, así que bajo a toda prisa y tras saludar a su padre, subió al auto y ambos partieron. Héctor se mostro cálido y amable, justo como lo había hecho por teléfono; sin embargo también había cierta tensión que Alex no pudo ignorar del todo. Durante el viaje, la cena y la película fue lo mismo; sus palabras eran gratas, pero había algo extraño y difícil de definir en su actitud; por muy absurdo que pudiera parecer, era casi como si quisiera evitar el contacto con Álex. Al principio, el chico pensó que era su imaginación, sin embargo mientras transcurría la tarde, el alejamiento físico se hizo más obvio. El colmo fue al llegar al departamento. Álex intentó agradecer la atención con un abrazo, el cual Héctor esquivo de manera sutil y casi casual, dejando caer sus llaves y agachándose por ellas. La incredulidad de Álex no tenia limite y el estomago se le retorció de frustración ¿Qué significaba todo esto? Apenas ayer lo abrazaba y lo besaba, y hoy ni si quiera se le acercaba. Furioso, se dirigió al cuarto, era temprano aún pero deseaba estar solo.
    - ¿Te vas a dormir tan temprano? – pregunto Héctor desde la puerta de la habitación.
                - Si, me duele la cabeza.
                - ¿Quieres una aspirina?
                - No gracias, durmiendo se me quita – Estas últimas palabras salieron con mas amargura de lo que deseaba expresar.
                - Bien… yo… creo que me dormiré tarde.  Tengo mucho que hacer aún, estaré en el estudio.

Álex no respondió. En cuanto su padre se fue, se desvistió y se metió en la cama. Le costó mucho quedarse dormido. Durante un largo rato dio vueltas en la cama agobiado por sus pensamientos. Lentamente se adormilo. Su mente se vio en un estado de semi inconsciencia, atrapada entre el mundo real y el onírico. El tiempo parecía extenderse infinitamente, mientras su imaginación reproducía escenas caóticas que mezclaban su entorno real con fantasías sin sentido. Este rizo infinito se vio interrumpido por una vaga y agradable sensación. Al principio fue muy sutil pero conforme los minutos pasaban el sueño se hizo mas claro. Y fue como si alguien estuviera tras él. Podía sentir el calor que manaba de ese cuerpo y enseguida notó como su acompañante retiraba con delicadeza la manta que lo cubría y con esa misma delicadeza, le acariciaba el cabello. Su mano descenció después por el rostro, el cuello y el hombro, para después pasar por su costado y seguir hasta su cadera. La caricia casi hizo arder su piel. Álex no quería despertar. Sabía que estaba soñando, lo asumía, y no quería que su fantasía terminara y deseaba más. Sin abrir los ojos se giró lentamente, como si buscara una posición mas cómoda y al hacerlo se vio acurrucado en el pecho desnudo de su padre. Sabía que sería él.  Lo sabía por el olor, por el tacto de sus manos y por el suave terciopelo de su piel; y claro, siendo un sueño Héctor no lo rechazó. Por el contrario, lo abrazó con fuerza y entrelazó sus piernas con las suyas, aumentando el contacto. Alex sonrió, ahora sólo tenía que abrir los ojos y levantar el rostro para besar aquellos gruesos y masculinos labios, y así lo hizo…
Al principio Álex no entendió lo que pasaba. Le tomo varios segundos darse cuenta de que en efecto había abierto los ojos, pero la escena que contempló le rompió el corazón. No había nadie junto a él; el lado de la cama donde su padre había dormido, estaba vacío. Y frío. El sol entraba por la ventana iluminando la cruel realidad, pero no calentaba la estancia. Todo aquello había sido un sueño, y el único rastro de su padre era una nueva nota informándole que llegaría tarde ese día.  Desconsolado, arrugó la nota y la tiró al piso. No podía creerlo. ¡Había sido tan real, tan agradable y excitante! ¿Por qué le dolía tanto? Con miedo Alex se dio cuenta de que se había enamorado de Héctor. O de que se estaba enamorando. Su estomago se retorció de sólo pensarlo, pero no cabía otra explicación y lo que era más importante, no le interesaban los lazos biológicos que los unían. Lo deseaba y lo amaba, y era lo único que tenía cabida en su razón. Con ánimos renovados se levantó de la cama y fue directo al estudio, decidido a encontrar esa prueba que lo ayudaría a sacar la situación adelante.
Lo primero que intentó revisar fue la computadora, pero no pudo iniciarla ya que estaba asegurada con pasword. ¿Seria que su padre le ocultaba algo? Dudaba que la computadora tuviera pasword antes de que él llegara, pero ahora, en su desbordada imaginación, todo era posible. Sobre el escritorio no había nada más que un lapicero y una foto donde un jovencísimo Héctor sostenía a un bebe en brazos.  Álex tomó la foto y la contempló largo rato para luego dejarla donde estaba y continuar con su búsqueda. Mientras buscaba en los cajones revisaba cada papel, no quería que se le escapara ningún detalle, pero lo único que hayó fueron documentos oficiales, cuentas, certificados. Minuciosamente volvió a poner todo en su lugar, para después centrar su atención en los libreros. Le tomó un largo rato, pero chequeó cada uno de los libros esperando hallar una foto, una carta, una confesión, algo que le diera esperanza y sentido a lo que estaba pasando. Tras varias horas Alex estaba harto. Tal vez – pensó – se estaba volviendo loco. Tal vez se imaginaba cosas y todo era producto de su mente adolescente llena de hormonas. Estaba a punto de rendirse y en ese momento lo encontró… Era un álbum. Casi parecía común y corriente.  Alex lo abrió ávido de conocer su contenido. Entre las fotos había de todo, familia, amigos, paisajes, viajes, pero sobre todo había fotos de sus equipos de natación. Héctor llevaba 10 años trabajando como entrenador y por supuesto varios equipos estuvieron a su cargo. Las fotos, a simple vista parecían normales: Héctor posando con su equipo o con algún miembro en particular, sin embargo un análisis mas cercano le reveló a Alex lo que buscaba. Era sutil, casi imperceptible, pero en ciertas fotos y con ciertos chicos había miradas y toques que implicaban mucho más… Él lo sabía mejor que nadie: era la misma manera en la que él miraba a Héctor. Absorto en las imágenes se llevo el álbum a la sala.  Por horas analizó las fotos desde cada ángulo, intentando decidir si se había vuelto loco y veía visiones o en realidad había algo allí. Fue así como Héctor lo encontró: Reclinado sobre el álbum con la mirada alienada y casi desnudo.
    - Alex ¿Estas bien? ¿Qué haces allí?
                - Héctor…
             - ¿Te pasa algo? – exclamo el hombre acercándose a su hijo. Justo cuando estaba por tocarlo se detuvo.  Era como si recién se hubiera dado cuenta de que Alex estaba semidesnudo.
                - ¿Por qué no quieres tocarme? – pregunto Álex - Con ellos no parecías tener tales reservas – Mientras decía esto extendió las fotos que había estado mirando toda la tarde. Héctor palideció.
                - No sé a qué te refieres… Son sólo fotos.
                - Luego está lo que dijo Mateo.
                - ¿Qué te dijo?
                - Pensó que yo era tu nuevo “boy toy”.
                - ¡Alejandro, esas son tonterías! Mateo es así, nunca habla en serio.
                - Lo que más me molesta Héctor – exclamo Alex levantándose del sillón y acercándose a su padre de una manera casi amenazadora – es que seas tan hipócrita conmigo.
                - No te entiendo… - balbució Héctor mientras daba temblorosos pasos hacia atrás tratando de alejarse de su hijo.
                - Si, ahora te alejas, pero anoche me tocaste, me abrazaste y dejaste que te besara.
                Al escuchar estas palabras, Héctor perdió el poco color que le quedaba.  Se derrumbó en el sillón y se llevo las manos al rostro.
   - ¡No!, ¡no!, ¡no!, ¡no! –sollozó- ¡Esto no está bien! Se supone… yo no…
          - Héctor no me mientas ¿Sabes por qué se con certeza que esos chicos de las fotos fueron tus amantes? – Héctor levantó la mirada dudoso esperando una respuesta – Te ven de la misma manera que yo… y tu los ves así… Los deseas. Lo puedo ver en tus ojos y también sé que me miras así.
Álex se hincó frente a su padre, sus rostros quedaron frente a frente. Héctor se descubrió el rostro, sus manos se contorsionaron como si lucharan por sujetar algo sin poder lograrlo.
- Héctor ¿Me deseas? – El hombre giró el rostro, no quería responder.
– Héctor, por favor, si me quieres aunque sea un poco respóndeme.
Héctor empezó a negar con la cabeza. Álex no sabía si le estaba respondiendo o si estaba negando la situación. Desesperado lo tomó por los hombros y agitándolo le grito:
 - ¡Héctor, por favor!
             - ¡Esta bien! ¡Está bien! – respondió el otro en el mismo tono – Si, te deseo, te deseo desde que abrí la puerta y te vi. Al principio pensé que eras un chico cualquiera, el chico más hermoso que hubiera visto, pero de inmediato caí en cuenta de que eras mi hijo – Mientras hablaba extendió sus manos acariciando el rostro de Álex de manera frenética – Pensé que se me pasaría, que podría controlarlo, pero cuando te vi medio desnudo y después de tocar tu piel… supe que estaba perdido – Gruesas lágrimas corrieron por el rostro de Héctor. Alex vio toda la desesperación que su padre ocultaba en su mirada y a él también se le llenaron los ojos de lágrimas – Intenté alejarme. No quería que en un momento de debilidad la tentación me venciera y terminara haciendo una locura…

                - ¿Es que no te das cuenta de que yo siento lo mismo? – replico Álex con la voz quebrada.
                - Pero es que no está bien… ¡Eres mi hijo!
                - Y tú eres mi padre y no quiero estar bien.
Con una fiereza insospechada, Álex tomo la cabeza de su padre y le planto un beso en los labios. Al principio Héctor no respondió, pero la tibieza y suavidad de esos jóvenes labios terminó venciendo sus reservas y de pronto se vio correspondiendo apasionadamente el beso que su hijo había iniciado.
          Álex estaba en las nubes. Aquel beso era lo que más había deseado. Los labios tibios, la lengua húmeda, aquel sabor a deseo oculto en cada caricia, en cada movimiento. El instintivo deseo que guiaba sus labios pronto convirtió el beso en un toma y daca.  Alex hacia lo mejor que podía para imitar los movimientos de su padre y le encantaba como su lengua se rozaba con la suya, hasta que al poco tiempo ambas lenguas se debatían en húmedo abrazo de placer.
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AUTOR: N. Argueta.
FIN DE LA SEGUNDA PARTE.
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