...Kevin se acostó conmigo y apagué la luz. Al poco rato ya cuando había perdido la noción del tiempo sentí que tocaban mi verga pues soy de sueño muy ligero...
Misteriosa mamada.
Soy Álex de 38 años y tengo un hijo de 16 años al que su madre, Graciela, quiso ponerle de nombre Kevin; ya saben: por el actor. Soy un hombre casado desde hace dos años con el amor de mi vida, pues tuvimos a Kevin mucho antes de casarnos. Algunos dijeron que el muchacho fue un accidente no deseado, pero mi esposa Graciela y yo mismo, pensamos que él fue el mejor accidente que pudimos tener, y una bendición del Cielo. Tengo un buen trabajo en el aeropuerto, y superviso la carga y descarga de mercancías y equipaje de los aviones. En estos días, y gracias a las aerolíneas de low-cost no nos falta trabajo y vivimos bien. Mi mujer, Gabriela, a la que amo con todo mi ser, es enfermera en el hospital de La Santa Cruz de Jesús, y algunas veces trabaja en el turno de noche. Hasta hace pocos días todo estaba tranquilo en mi vida familiar, laboral y emocional.
Apenas hace unas semanas, justo el día de mi cumpleaños, salí a tomar la copa con unos amigos del trabajo, que no me dejaban marchar a mi casa si antes no festejábamos mi aniversario. Era un viernes por tarde y de alguna manera logramos llegar a una hora decente a una vieja cantina del centro, y tomamos unos tragos. Me retiré temprano y pasé por mi hijo a casa de mi madre, que lo cuidaba, en ausencia de Grabiela. Como siempre que tenía turno de noche, mi esposa nos tenía la cena preparada en el microondas y ya en el auto, mi hijo no pudo ocultar su emoción ante los próximos eventos deportivos, ya que los campeonatos de fútbol de la liga nacional de juveniles, en cuyo equipo local jugaba Kevin, se celebrarían ese mismo domingo en Rosario. Los boletos del avión corrían de mi parte, así que al llegar a casa una sorpresa agridulce nos estaba aguardando; el equipaje estaba preparado, junto al sofá, y no era más que dos sencillos bolsos de mano, pero una nota de Gabriela decía que ya nos había encontrado un hotel para los dos. Me entristeció mucho no ver una maleta más grande, y eso significaba que le había sido imposible cambiar los turnos con una compañera. A mi hijo no le importó demasiado que no viniera su madre. El caso es que cenamos algo y como es de costumbre, antes de emprender ningún viaje, nos metimos a bañar antes de dormir: primero Kevin y al puntito de terminar, él me convidó a compartirle aquel baño, como cuando en algunas ocasiones, yo entrenaba al equipo de muchachos en la cancha, y tras asegurarme que todos ellos se aseaban al terminar de entrenar, al final sólo quedábamos Kevin y yo por ponernos en remojo, y no nos quedaba otra que ponernos el uno al lado del otro, y compartir el baño. Así que una vez en la regadera, nos desnudamos y todo pasó normal. Yo estaba algo tomado y quería dormir. Kevin me preguntó sí podía quedarse a ver aquella horrible película de marcianos en la televisión, y le dije que no había problema, pero que no se quedase hasta muy tarde, ya que teníamos que subirnos a un avión a las 11 de la mañana y eso significaba madrugar un poco para salir temprano del departamento.
Al día siguiente estábamos haciendo el check in en el hotel, cuando los últimos rayos del sol de la tarde se reflejaron en la fea fachada de las torres Guaraní. El hotel, moderno pero nada pretenciso, parecía bullir de actividad, y vimos muchos niños correteando de acá para allá, junto con sus mayores. A Kevin pareció que le brillaron los ojos nada más verlos, ya que sin duda supo que aquellos niños estaban allá para los campeonatos, y que algunos eran sus rivales a batir en el terreno de juego, y otros sus propios compañeros de equipo. Ya nos dijo la muchacha de la recepción que no tendríamos camas twin en la recámara, ya que el hotel estaba completo como para cambiarnos de cuarto, y que debíamos conformarnos con dormir en una habitación con una sola cama doble. No nos importó, el caso era dormir en alguna parte. Así que tras acomodarnos en nuestro cuarto, una cena fría de room service, con algunos emparedados y algo de televisión fue lo que siguió. Telefonée a mi esposa en cuando se hizo la hora de su descanso en el hospital, para contarle que habíamos llegado de una pieza, y que todo estaba bien. Al cabo me sentía agotado, supongo que por el avión y por el trajín del aeropuerto. Al día siguiente Kevin jugaría al fútbol como un campeón y ambos, padre e hijo, necesitábamos dormir. Me saqué los patanlones vaqueros y la remera, y me quedé tan solo en bóxers.
¡Ni cuenta me di que eran aquellos tan ajustados que volvían loca a Gabriela porque me marcaban todo mi sexo que era un escándalo! De esa guisa, me situé frente al espejo del cuarto de aseo y me cepillé los dientes, junto con mi hijo, que medio desnudo, también se lavó sus dientes. Al volver a la pieza, sentí como un cosquilleo en mis bolas al pensar en mi esposa, porque la extrañaba, pero me tumbé sobre la cama, cuan largo era, dispuesto a dormir. Kevin se acostó a mi lado, y apagué la luz. Al poco rato ya cuando había perdido la noción del tiempo sentí que me tocaban mi verga, pues soy de sueño muy ligero. Por un momento creí que se trataba de mi esposa, pues ya teníamos algunas semanas sin coger, debido a que no coincidían nuestros horarios. Aquellas caricías me hacían estremecer, y no pude evitar que mi verga tomara volumen, dentro de aquellos bóxers, ya de por súper ajustados, hasta que noté que la cabeza de mi miembro, casí parecía querer salir fuera de ellos. No es que fuera tan grande como para eso, pues medirá unos 16 cm erecta, pero en aquel extraño estado de duermevela, creía que Gabriela quería montarse una fiestecita conmigo, y me hice el dormido, dejándole a ella que tomara la iniciativa... De pronto sentí algo húmedo que envolvía mi verga, una boca, y una lengua lamiéndo la cabeza de mi polla. Al principio la sensación tan rica me hizo perder la noción de lo que pasaba, y sólo quería disfrutarlo, pero algo alertó mi mente, hasta que, aturdido, me di cuenta de que la boca que sentía era diferente, como más tosca y basta, lejos de la suavidad aterciopelada de la que hacía gala mi esposa. Y aún así mi verga parecía fierro, y se paró más que nunca. Y cuando por fin desperté, me dió miedo abrir los ojos, pues recordé que a mi lado estaba Kevin. Pero tuve que abrirlos poco a poco, para ver a mi hijo chupándome la verga con mucho detenimiento, y como sí se tratase de un caramelo.
Mi mujer me la comía rico, pero nunca había sentido esa sensación tan excitante como la que sentía en ese cuarto de hotel. Ya mi hijo me la arragaba, asiendo el tronco como una mano, para acomodarse mejor y seguir saciándose de mi sexo. No supe qué hacer. No quería espantarlo, y cerré los ojos. Lo único que deseaba era que aquel momento pasase solo, pues no sabía cómo reaccionar, aunque por otra parte me estaban dando una de las mejores mamada de mi vida. Un par de gemidos escaparon de mi boca, como para hacerme ver que lo mejor que podía hacer era dejarme ir y disfrutar de todo aquello, hasta que a los pocos minutos pasó lo inevitable, y sentí que me iba a correr de un momento a otro. Chorros de mi leche caliente amenazaban con salir disparados de mi verga, y sólo pude apretar mis labios y mi sábana, hasta que al fin me corrí con un profundo suspiro. Expulsé mi leche y pareció que Kevin se llenaba la boca de ella como si comiera la mejor de las jaleas. Yo no me resistía a gritar, y aunque el placer me devoraba por dentro, nunca me habían mamado la verga tan rico.
¡Ni cuenta me di que eran aquellos tan ajustados que volvían loca a Gabriela porque me marcaban todo mi sexo que era un escándalo! De esa guisa, me situé frente al espejo del cuarto de aseo y me cepillé los dientes, junto con mi hijo, que medio desnudo, también se lavó sus dientes. Al volver a la pieza, sentí como un cosquilleo en mis bolas al pensar en mi esposa, porque la extrañaba, pero me tumbé sobre la cama, cuan largo era, dispuesto a dormir. Kevin se acostó a mi lado, y apagué la luz. Al poco rato ya cuando había perdido la noción del tiempo sentí que me tocaban mi verga, pues soy de sueño muy ligero. Por un momento creí que se trataba de mi esposa, pues ya teníamos algunas semanas sin coger, debido a que no coincidían nuestros horarios. Aquellas caricías me hacían estremecer, y no pude evitar que mi verga tomara volumen, dentro de aquellos bóxers, ya de por súper ajustados, hasta que noté que la cabeza de mi miembro, casí parecía querer salir fuera de ellos. No es que fuera tan grande como para eso, pues medirá unos 16 cm erecta, pero en aquel extraño estado de duermevela, creía que Gabriela quería montarse una fiestecita conmigo, y me hice el dormido, dejándole a ella que tomara la iniciativa... De pronto sentí algo húmedo que envolvía mi verga, una boca, y una lengua lamiéndo la cabeza de mi polla. Al principio la sensación tan rica me hizo perder la noción de lo que pasaba, y sólo quería disfrutarlo, pero algo alertó mi mente, hasta que, aturdido, me di cuenta de que la boca que sentía era diferente, como más tosca y basta, lejos de la suavidad aterciopelada de la que hacía gala mi esposa. Y aún así mi verga parecía fierro, y se paró más que nunca. Y cuando por fin desperté, me dió miedo abrir los ojos, pues recordé que a mi lado estaba Kevin. Pero tuve que abrirlos poco a poco, para ver a mi hijo chupándome la verga con mucho detenimiento, y como sí se tratase de un caramelo.
Mi mujer me la comía rico, pero nunca había sentido esa sensación tan excitante como la que sentía en ese cuarto de hotel. Ya mi hijo me la arragaba, asiendo el tronco como una mano, para acomodarse mejor y seguir saciándose de mi sexo. No supe qué hacer. No quería espantarlo, y cerré los ojos. Lo único que deseaba era que aquel momento pasase solo, pues no sabía cómo reaccionar, aunque por otra parte me estaban dando una de las mejores mamada de mi vida. Un par de gemidos escaparon de mi boca, como para hacerme ver que lo mejor que podía hacer era dejarme ir y disfrutar de todo aquello, hasta que a los pocos minutos pasó lo inevitable, y sentí que me iba a correr de un momento a otro. Chorros de mi leche caliente amenazaban con salir disparados de mi verga, y sólo pude apretar mis labios y mi sábana, hasta que al fin me corrí con un profundo suspiro. Expulsé mi leche y pareció que Kevin se llenaba la boca de ella como si comiera la mejor de las jaleas. Yo no me resistía a gritar, y aunque el placer me devoraba por dentro, nunca me habían mamado la verga tan rico.
Mi hijo seguía mamando y limpiando toda mi leche derramada a lo largo de mi verga. Tardó poco más de 5 minutos hasta que mi orgasmo hubo pasado y mi verga tomó su tamaño normal. Luego se acostó a mi lado y me besó la frente, para luego dormirse recostado sobre mi pecho. Yo aún lleno de excitación y confundido, no supe qué hacer. De repente se me salieron unas lágrimas que cayeron sobre su frente y me preguntó por qué lloraba, pero no le respondí. Sólo al cabo de un rato me scuché decir:
-¡Dios mío, hijo!-exclamé-¡Qué cosa tan fea hicimos!
-¡Dios mío, hijo!-exclamé-¡Qué cosa tan fea hicimos!
-¡Tranquilo, pa! -dijo por fin- ¡Ya también extraño mucho a mamá, pero ahora estamos solos tu y yo y mientras tanto puedes dormir abrasándome.
Me dio la espalda y lo abracé. Sentí su culo en mi verga y no pude evitar tener otra erección. Fue así que nos quedamos dormidos. FIN.
Autor desconocido.
Esta es una historia de ficción que no ha existido jamás en la realidad, y únicamente en la imaginación del autor. Así que cualquier parecido -que no lo habrá- con la realidad, es coincidencia.
Esta es una historia de ficción que no ha existido jamás en la realidad, y únicamente en la imaginación del autor. Así que cualquier parecido -que no lo habrá- con la realidad, es coincidencia.