Las tres generaciones: abuelo, padre e hijo. |
Y bien, aquí quería llegar yo: al oeste... I just bloody wanted get there a la escena final de una película que, lo reconozco ante ustedes, señores sinmaníacos, a mi personalmente se me ha atragantado, y no precisamente por el exceso de pollas que algunos se tragan durante el metraje de la misma. Es porque las películas de Joe Gage son por lo general, muy densas en cuanto a realización, duración y contenido, lo que las convierte en sólo aptas para fans... Y yo no debo ser tan fan como creía. Dad Out West (2015 Dragon Media)
Scott Reynolds, Allen Silver y Connor Habbit -en orden generacional, de mayor a menor- protagonizan al fin, los tres juntos la escena culminante de toda la película; esto es, un incesto en toda regla entre el abuelo, el padre y el hijo. Dicho esto, y tras haber visto las cuatro anteriores escenas, uno sólo puede exclamar: ¡basta! Han sido cuatro polvos o cuatro escenas de sexo geniales -la que hace cuatro es mi favorita- que han ido desfilando en medio de un extraño argumento metido casi con calzador, cuyo único fin, no ha sido ni de lejos, mantener la atención del espectador, sino todo lo contrario: crearle un lío mental tremendo. De ahí lo de ¡basta! Pero, para ser justos, vamos a recapitular: el bueno de Scott Reynolds ha puesto en venta su casa del desierto, y su nieto, Connor Habbit vela por sus intereses. Una serie de personajes se entremezclan durante esta situación de preventa: el padre aludido en el título, que es el padre de Connor -en la ficción- y que interpreta Allen Silver, un policía y su casi futuro yerno, un tasador, sus ayudantes, y para colmo, el sobrino del policía... Ahora, resulta que todo vuelve de nuevo a Scott Reynolds, el cual tiene un secreto que compartir con su familia, familia que en este caso son su propio hijo (Silver) y su nieto (Habbit) ¿Cuál será ese secreto y qué diablos tiene que ver con toda la extraña trama? Te diré que el secreto no es más que un recurso para iniciar la escena sexual, y que su pertenencia a la trama de la posible venta o no de la casa es del todo nula, lo cual a estas alturas resulta del todo irrelevante.
La escena se llena de topicazos típicos (¿tópicos típicos?) de Joe Gage: la ducha inicial de Habbit, el sofá, las miradas penetrantes y los silencios que les siguen, o la idea de poner la cámara a ras del suelo, enfocando desde ahí a los personajes, para que el espectador tenga la sensación de que él va a ser el próximo en mamar una verga..., por ejemplo. Pero debemos reconocerle una cosa al señor Joe Gage: él es uno de los pocos directores de cine porno gay que pone al frente de la cámara, a algunos actores que no son ni guapos ni feos, ni muy fondones, ni muy musculitos, ni muy jóvenes, ni muy viejos, y cuyas pijas no son ni muy grandes ni muy pequeñas... Es decir, la más absoluta regularidad, porque lo que importa en las escenas de sus películas no son los protagonistas ni sus cuerpos, si no más bien, lo que importa es lo que hacen y cómo lo hacen. Y en el caso que nos ocupa hoy, tres generaciones, hacen... lo que hacen.
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Quiero agradecerle desde este post a nuestro colaborador Herron, la paciencia, y el esfuerzo, sacando horas y tiempo de donde no lo había, por conseguir que en Sin Manías tuviéramos toda la película. Sin él, Papá, todavía estaría dando tumbos por el desierto, perdido en el Oeste. Así que mil gracias Herron, mi cuate, eres el mejor.