dimanche 25 octobre 2015

Papo y Saúl, el taxista.

El siguiente relato que compone este post, me lo mandaron por correo electrónico hará ya unas cuantas semanas. No sé de dónde vino. No sé quién lo mando. Sólo sé que desde un punto de vista literario, el relato me impactó. El domino del lenguaje es absoluto: muy elegante y señorial donde se requiere -vamos, lo que un madrileño del barrio de Lavapiés llamaría redicho, igual que otro que viviera en Petare, Sucre, en el área metropolitana de Caracas, Venezuela - Sin embargo, ese mismo lenguaje también se vuelve sucio, brutal y coloquial, cuando debe... Va directo al grano, y pese a estar narrado usando la primera persona narrativa, el Yo omnipresente, no se detiene en florituras, ni en pensamientos ni en debates filosóficos o morales. No podría hacerlo. Lo que se narra aquí es tan solo una cogida brutal, una follada espectacular, que termina salpicándolo todo de  semen. Aunque eso si: lleno de topicazos. ¿Pero qué sería de un relato erótico sin los tópicos típicos de cada línea y de cada renglón?
 Pese a todo, me hizo gozar. ¿Te hará gozar a ti también?
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Julián, mi mejor amigo, me había llamado por la tarde a avisarme que hoy se reunían los chicos a tomar en el bar y que dado no nos veíamos hace un tiempo debía ir. Me encantó la idea de pasarme del instituto al bar a tomarme algo y quien sabe a tener más ánimo de ir a alguna disco y eventualmente ligar con alguien. La posibilidad de intercambiar miradas y roces con chicos guapos me fue calentando mucho. No siempre tengo la oportunidad de ligar con alguien… Me es un poco complicado conocer chicos gays y además los estudios me tienen ocupadísimo y sin tiempo para distraerme en otras cosas… así que como imaginarán a mis 19 años, un viernes y sin sexo desde hacía 3 meses, andaba calentísimo.

Por fortuna, las clases ese viernes terminaron antes de lo que esperaba así que pude llegar a casa a darme un baño y a dejar el morral lleno de libros. Mientras escuchaba algo de música, me fui desvistiendo con el espejo al frente. Verme reflejado en el espejo, sacándome la ropa, me excitó. Imaginé que me desvestía para un hombre, que estaba dándole el gusto de ver mi cuerpo bien formado, lampiño y delgado. Me fui tocando el abdomen y las tetillas rosadas, moviéndome con la música, imaginándome en la disco con todos esos hombres calientes buscando una buena cogida esa noche.
Me saqué los jeans y sólo me quedé con unos slips negros apretados que dejaban ver muy bien mi cola redonda y firme. Me sentía todo un puto y lo disfrutaba en secreto. Frente a mis amigos, yo compartía sus códigos de masculinidad… ya saben, comportarse como un machito que aunque le puedan atraer los hombres no se anda regalando… Había que mantener la discreción, e incluso algo de displicencia frente a los otros. Pero yo en mis fantasías podía ser todo lo contrario. En fin, la cuestión es que me metí a la ducha con la verga durísima del show imaginario que me había dado.

Salí de casa directo al bar. Ahí todo fluyó muy bien; creo que es el calor del verano, pero la cerveza se sentía tan fresca que no me di cuenta de cuántas había tomado ya, hasta que me sentí muy mareado. Estaba borrachísimo, una lata más y caía, así que propuse enrumbar (1) a la disco. La música y el ambiente me reanimaron un poco, pero el nivel de ebriedad en el que me encontraba hacía que tambaleara. Mis amigos se cagaban de risa viéndome y decidieron mandarme a casa. Yo necio no quería, pero la verdad tampoco tenía mucha fuerza para resistirme, así que terminé en un taxi de regreso. 

La voz del taxista hizo que despertara del sopor. Era la voz de un macho que en cuanto la escuché me invadió toda la calentura acumulada. ¿Qué tal fiestita,ah? ¡Apuesto que eres de los que caen rápido!¡Ja, ja ja! Yo reí y recién en ese momento caí en cuenta de su físico. Era un hombre de más de 40 años, grueso, moreno, con brazos velludos y fuertes. Mi verga reaccionó al instante. No, fueron varias latas de cerveza, tengo resistencia, le respondí. Él me miró por el retrovisor con unos ojos de zorro viejo: ¿Ah si? Entonces sabes chupar bien. Yo en ese momento pude seguir hablando de la cerveza o introducir el doble sentido, y elegí obviamente la última opción: Sí, me gusta chupar…hasta la última gota, le lancé esperando que continuara, pero él se quedó mudo. Pensé que quizá yo estaba tan arrecho (2) que estaba percibiendo cosas que no eran, y el taxista no me estaba intentando seducir. Pero luego, me dijo: Tan jovencito… y tan goloso...
Me quedé helado con su respuesta. Creo que en el fondo no quería que continuara con el doble sentido… ya saben, era un hombre desconocido y uno no sabe con qué loco te puedes cruzar. Había que cuidarse a pesar de la calentura. Sin embargo, después de eso empezó a contarme que de joven él también se divertía y mucho, y que a esa edad todo se perdona y vale la pena vivir al máximo. Su tono de voz cambió y pasó a ser la de un señor recordando glorias pasadas, dando consejos al jovencito inexperto, lo cual me fue tranquilizando. Yo me sentía más relajado, y así la conversación fue fluyendo más. Mientras tanto, no podía dejar de mirar su espalda ancha, su cuello grueso, sus piernas que explotaban dentro de un jean celeste gastado y sucio… En suma, un cuerpo de macho, formado durante años en el trabajo como obrero de construcción, de acuerdo a lo que venía contando.

¿Tienes hembra? Me preguntó. Yo simplemente dije no y no dí más detalles. Pero has tenido imagino… Y yo: Sí, claro. Y ahí volvió con el tono de maestro de vida, dándome lecciones sobre qué le gusta a una mujer en la cama. Para él, a las mujeres les gusta que el hombre las posea, y eso uno lo debe saber bien porque ellas nunca se atreverían a decirlo. No podía dejar de pensar, mientras le escuchaba, que era un típico macho de esos que no aceptan un 'no' como respuesta. Claramente estaba en desacuerdo con sus afirmaciones, pero yo sólo me reía y asentía cuando buscaba mi opinión. No iba a ponerme a polemizar con él. Si te busca, tú no vas a perder tiempo ¿no? Pero igual hay que hacerla querer, hacerla saber quién tiene el control, y luego la tienes mamando como una zorra. Así es, me decía entre risas, buscando mi complicidad. Si bien buena parte de lo que decía podía sonarme ofensivo, al mismo tiempo mi verga explotaba, y me imaginaba cada una de las escenas que él tan morbosamente me relataba. Por momentos todo era un vértigo, su voz, mi calentura y mi ebriedad, tanto que no había calibrado cómo carajo iba a entrar a mi casa. Mis padres me iban a matar si me veían en ese estado. Así que intenté llamar a mi hermano mayor pero no contestaba, seguro andaba follando con la novia. Al verme en esos afanes, el taxista voltea y me pregunta si todo estaba bien. Pude verle el rostro recién, una cara angulosa, tosca, con unas cejas pobladas y una barbita recién crecida que me parecieron muy atractivas. Le dije que mis padres me matarían al verme así, a lo que me propuso descansar y tomar algo de agua para que se me pasara un poco la borrachera. Yo sentí que no tenía de otra.

La verdad es que desde hacía un rato, la ruta a casa no se me hacía conocida, pero no le daba importancia. Me dijo que cerca estaba el taller mecánico de un amigo, y que ahí podíamos hacer una parada, mientras él aprovechaba en revisar el motor que había estado fallando durante la mañana. No puedo negar que me dio un poco de desconfianza pero hasta que me explicara lo del motor del auto y yo pensara qué hacer, ya estábamos en el taller. El taller quedaba en un sector popular de la ciudad, lejos de la zona donde vivo. El barrio era oscuro y no se veía muy seguro, pero no me quedaba otra que entrar al taller. Ven, ponte cómodo donde puedas, me dijo invitándome a pasar.
Me senté en un sillón viejo que había y me saqué la casaca (3) Él, que me dijo su nombre durante el trayecto pero que ya no recordaba, prendió la radio y me ofreció agua. Yo acepté y me recosté un poco para descansar. Escuché algunas risas al interior del pasillo por donde él se dirigió, lo que me pareció extraño, y al rato llega con el vaso de agua y sin camiseta, diciéndome que el calor estaba insoportable… y sí, la verdad que lo estaba. Su pecho era riquísimo, y era inevitable no apreciar esos pectorales morenos, fornidos y velludos. Así que no pude evitar decirle: Se ve que haces ejercicio, mientras tragaba un sorbo de agua; a lo que me contestó riendo: Claro bebe, ¿quieres tocar?
Yo no supe qué contestar pero mi verga hablaba por mí, y él lo percató al instante: Parece que sí quieres, vamos, no seas tímido. Me acerqué un poco, movido por la calentura pero algo indeciso, sin embargo él con un movimiento de su brazo sobre mi nuca, terminó por acercar mi rostro a su pecho. Apenas percibí su olor penetrante y pude rozar mi boca con su pecho mi excitación subió a mil. Luego, me agarró del cabello sin fuerza pero con firmeza y me jaló hacia su boca. Empezó a besarme de una manera riquísima, llenándome la boca con su lengua, y con su otra mano acercándo mi cuerpo hacia él. Los besos eran intensos y yo estaba excitadísimo, tocando el cuerpo de ese hombre desconocido que me estaba follando la boca con su lengua. Sus manos empezaron a recorrer todo mi cuerpo con una destreza que sumado a mi ebriedad, solo podía dejarme hacer. En un momento, mientras me lamía el cuello e introducía con fuerza su mano a mi pantalón buscando la raja de mi culo, me dice al oído: Sabes que ya perdiste ¿no?, a lo que yo seguí gimiendo, interpretando sus palabras como parte del guión morboso común, no obstante replicó: Respóndeme, sabes que ya perdiste ¿no perrita? De aquí no sales hasta que te follemos a nuestro antojo. 
Cuando escuché el plural 'follemos', paré y me quedé perplejo. Quizá no quise enfrentarme a saber qué ocurría así que solo atiné nervioso a decirle ne que no podía llegar tarde a casa, que podíamos dejarlo para después, intentando bajar la calentura y tomar algo de distancia. Sin embargo, él solo rió y siguió manoseándome, esta vez ya con sus dedos gruesos en mi hoyo pequeño y lampiño, masajeándolo. Yo estaba muy ebrio y así, en ese estado, no podía ser categórico. Mi negación hacía solamente que él se pusiera cada vez más caliente diciéndome que yo me lo había buscado. Tenía su boca succionándome las tetillas, cuando levanto la mirada y veo apoyado en la pared a otro sujeto, de la misma edad, más delgado, pero en muy buena forma, con solo un short y zapatillas, tocándose la verga por encima, viendo la escena. Recuerdo que anticipándome a lo que estaba por suceder, en mi cabeza retumbaba la frase que me había dicho: ya perdiste.
Intenté zafarme del brazo del taxista pero ya tenía al otro bajándome los jeans y sacándome las zapatillas. Aquel, al que el taxista lo llamaba con el nombre de Papo, le dijo al otro: Pero que rico putito has traido, ¿ya le dijiste que lo vamos a reventar?, a lo que el taxista respondía entre risas: Él se lo buscó.
No puedo expresar bien qué sentía en ese momento, teniendo a dos hombres aprovechándose de mi ebriedad y mi falta de fuerza física, sólo sabía que de una forma extraña estaba cumpliendo la fantasía que tanto me excitaba y al mismo tiempo me producía tanto temor. Estaba siendo forzado por esos dos hombres. Papo se las arregló para deshacerse de su short, mirándome desnudo sobre el sofa, siendo manoseado por su cómplice. ¿Ya cenaste mi amor? me dijo con su voz ronca, porque hoy no te vas a cansar de comerme la verga. Tomo mi cara y me acercó su verga gruesa y venosa, que aún no estaba dura, y pude percibir el olor de su sudor que emanaba de sus vellos rizados. Me pasaba el glande suave y grueso por mi cara mientras pensaba para mí mismo que lo mejor era sólo hacer lo que me pedían, que no podía exponerme a que me hicieran daño y no salir de ese lugar. Así que recibí su verga gorda con mis labios y empecé a lamerla timidamente. Yo estaba boca arriba sobre el sofá, con las piernas levantadas y sujetas por el taxista y con la verga de Papo en la boca, mientras el taxista ya había empezado a servirse con mi cola. Le decía a Papo: No sabes lo que es este culo de bebé… y me metía unos lengüetazos en el hoyo, saboreando mis pliegues rosados y subiendo hacia mis bolas, las cuales succionaba. Estaba tan confundido con el placer y el miedo por la situación que no sabía como reaccionar, pero la verdad, y me cuesta admitirlo, estaba disfrutando jodidamente esa chupada de culo.
¿Y con la verga de Papo? ¡Ni qué decir! Mi boca ya se había enchufado a esa verga que ahora era un tronco del cual estaba prendido como a una mamadera (4)Pensé por un momento que si hacía que se vacearan (5) me dejarían en paz, y podría escapar. Así que empecé a mamar como nunca, con una furia que Papo se retorcía de placer y solo alcanzaba a decir: Mierda, como mamas, mierda… A lo que el taxista se sumó, clavándome la verga en la garganta, dejándome apenas capacidad para respirar. Tenía las dos vergas a mi disposición, y las chupaba desenfrenadamente, como si de eso dependiera mi integridad física. Mi objetivo era que se vacearan y finiquitar esta situación extraña. Cuando me dolía la mandíbula, empezaba a chuparles las bolas a lo que ambos respondían con gemidos de animales en celo. Hasta que por fin no pudieron más. Papo se corrió en mis labios, mojándome toda la mejilla y el cuello, y el taxista derramó su leche caliente en mi garganta, a lo cual no tuve otra alternativa que tragar. Nunca había tragado leche, me dio un poco de asco, pero aguanté. Caí en el sofá agotado, tosiendo y lleno de leche. Ellos se desparramaron también a mi costado. Entonces, decidí poner a prueba mi estrategia, y ya un poco más consciente y con más fuerzas, les dije:  Eh... Estuvo muy rico… pero debo irme.  Ehmm… Si mis padres no me encuentran me matan.. Intentando hacerles parecer que estaba relajado y que tenía el control de la situación, mientras recogía mi ropa del suelo.
El taxista se río y le dijo a Papo: Éste cree que ya acabamos, ¿no?, Papo no decía nada, y solo me acariciaba la espalda. Parecía totalmente ido. Ven perrita, ponte en cuatro y te dejamos libre, me dijo el taxista. Yo obedecí con la esperanza de que solo querían manosearme un rato más ahora que se encontraban sin leche, pero otra fue la situación. Papo empezó a besarme mientras que el taxista me mordía la cola. Al cabo de unos minutos ¡los dos la tenían dura de nuevo! Yo entonces sí me desesperé y les dije: Bueno ya muchachos, de verdad no puedo, y si no me dejan salir voy a gritar, mientras me ponía de pie torpemente, a lo que Papo me cogió del cabello y me jaló con fuerza al piso, poniéndome de rodillas. El movimiento violento me turbó, me quejé de dolor y le imploré que parará… En ese momento supe que estaba perdido. Ahí, en cuatro, en el suelo del taller mecánico, sentía la calentura de la pija del taxista en mi hoyo, mientras empujaba poco a poco los músculos de mi ano lampiño y joven. Yo pedía que pararan, con la voz entrecortada, hasta que Papo empezó a besarme y me dijo al oído: Déjate hacer mi amor, déjate ser una puta, mientras me besaba el cuello. Sentía que su voz, sus besos, sus lamidas me hacían entrar nuevamente en contradicciones. ¿Qué quería? ¿Escapar? ¿Qué sentía realmente?
El taxista seguía punteando mi cola cada vez con más ahínco, y mi hoyo obviamente iba respondiendo, abriéndose lentamente a recibir la verga que lo atravesaría. La saliva del taxista y su abundante lubricación hacía que mi hoyo venciera resistencia y que yo empezara a desear que ocupara mi interior. La metió toda de un solo golpe, y no pude contener un grito de dolor, mis ojos se dilataron y se humedecieron: me estaba clavando el culo. El taxista estaba en la gloria, con su saca-mete diabólico, cada vez más fuerte, cada vez más salvaje. Papo me sostenía y consolaba mis quejidos con sus besos. ¡Qué buen rabo carajo! Esta sí es una verdadera puta, decía entre gemidos el taxista. La sensación de tener ese tronco atravesándome y llenándome todo, y el pum-pum-pum de mis nalgas en su pelvis, provocó que entrara en una especie de trance. El dolor inicial y el miedo empezaron a desvanecerse cuando asumí que estaba perdido… y que en verdad yo era un puto goloso. Mi verga se fue endurando y mis gemidos fueron llenando la habitación. El taxista sacaba su verga, separaba mis dos nalgas viendo lo rojo y dilatado que estaba mi hoyo, pasaba la lengua, lo escupía y volvía a clavármela. Papo pajeaba su pija colorada y gruesa, la que brillaba por toda la lubricación que estaba echando: Estaba listo para reclamar su parte. Le dijo al taxista: Saúl, me toca. Cambiaron de posición y esta vez Papo se sentó en una silla y me hizo sentarme sobre él dandole la espalda. Yo obedecí y empecé a cabalgarlo. Se sentía delicioso estar sobre las piernas duras y velludas de Papo, con sus manos en mi cintura. Con los movimientos mi verga se movía dura como el mástil de un barco a la deriva. Saúl, el taxista, tomó mi verga y empezó a pajearla, mientras me chupaba las tetillas, que ya las tenía rojísimas. Nunca antes había sentido tanto placer y tanta desconexión de la realidad.
Papo me abrazaba por detrás y hundía toda su verga, haciendo que mis piernas tiemblen y sacándome unos quejidos mezcla de dolor y placer. Su verga resbalaba mojada entre mis nalgas, perdiéndose en la oscuridad de mi hoyo caliente. Papo me ordenó darme vuelta, y esta vez que lo cabalgaba mirándolo… Su rostro estaba desencajado del placer, como imagino habría estado el mío; su boca se movía como musitando alguna guarrada mirándome sudar. Yo tenía mis brazos sobre su cuello y recibía gozoso sus besos deliciosos, a la par que sentía que sus manos movían mi culo de arriba abajo, apretando mis nalgas, tomando el control del ritmo de la follada. En un momento me tomó de las piernas y me cargó hacia el sofá. Se sentó y esta vez me puso en cuclillas sobre el sofá, limitando mi movimiento, dejándome con el culo abierto para que me lo clavara de abajo hacia arriba, como un taladro.
Saúl llegó con su verga morena y húmeda a que se la mame mientras Papo me follaba. Recibí su miembro sintiendo que ya no podía estar más lleno de verga, que esto no podía ser ya más intenso, pero me equivocaba…. Pude ver que Saúl tenía en su mano un frasco de algo que no reconocía. Sacó su verga de mi boca y se perdió de mi campo visual… Estaba ahora detrás de mí, colocándome algo frío y viscoso en el hoyo dilatado y caliente. Hundía sus dedos gruesos embadurnados de ese gel, moviéndolos en círculo… Uno, dos dedos, sintiendo mi interior, tres dedos hurgando y agrándandome el ano. Los dos se embadurnaron las vergas, y ahora estaban ambos punteándome el ano. ¡Iban a penetrarme al mismo tiempo! Había perdido toda capacidad de negación y recibía todo lo que quisieran hacerme. Mi ano fue abriéndose poco a poco con la fuerza de esos dos troncos… Yo no pensaba, solo sentía.. Sentía presión, dolor y placer… Creo que sentirme follado así… tan fuera de mí, por esos dos machos incrementaba aún más mi capacidad de resistencia… y de goce. Tenía a Saúl y a Papo compartiendo mi ano, sirviéndose de mi culo al unísono… yo en medio de ellos con los cuerpos juntos y calientes en una mezcla de gemidos y sudor. Las embestidas eran deliciosas, cada uno intentando follarme a su ritmo, dejándome sin voz, sin capacidad siquiera de gemir. Mi verga se frotaba contra el cuerpo de Papo, lo cual hacía que me masturbara sin tocarme... Y mi verga finalmente explotó, y mi leche se derramó sobre el abdomen de Papo; lancé un gemido agonizante que excitó tanto a Saúl que gritó al momento: ¡Me corro!, seguido por el gemido final de Papo y sus ojos que se volvían blancos ante la eyaculación. Se quedaron dentro de mí, jadeando. Calientes y sudorosos los dos unidos en mí. 
Mi cabeza daba vueltas, y nunca antes me había sentido tan agotado. Las piernas me temblaban, y apenas tenía fuerzas para moverme. Sentía mi culo caliente, mi ano ardiendo y mis tetillas adoloridas. Ellos por su parte, estaban desnudos respirando fuerte después de la jornada que se habían dado. Empecé lentamente a ponerme de pie pero me era muy difícil. Tenía miedo que volviesen a cogerme y que no saliera nunca más de ahí. De pronto el pánico me invadió, y pensé que podían intentar encerrarme en ese taller y hacerme su esclavo sexual. Creo que fue el terror de aquella idea que hizo que tomara fuerzas y empezara a vestirme como podía. Ellos no se inmutaban y seguían echados descansando. Al cabo de unos minutos, mal vestido, pero al menos con la ropa puesta, Saúl y Papo se levantan y se acercan a mí. Sentía que sudaba frío… Papo se acerca detrás de mí, mientras que Saúl  de frente, dejándome en medio de sus dos cuerpos. Saúl me dice: ¿No te pensabas despedir? Yo titubeé, a lo que Papo por detrás me besa la oreja y me dice lentamente: No te olvides de nosotros amor. Saúl me besó la boca suavemente esta vez, sintiendo mis labios que apenas se movían. Luego se separan y me dejaron libre para salir.
Una vez en la calle, la luz de la mañana me devolvió la respiración. Empecé a respirar fuerte, a recobrar el sentido y a sentir el cuerpo, que lo tenía molido. Eché a correr y al primer taxi que pude parar entré. No podía llorar, pero el pecho me latía fuerte sin descanso. Nunca antes me habían follado con tanta intensidad y pasión, nunca antes habían gozado mi cuerpo de esa forma. Luego con el pasar de las semanas preferí pensar que se trató de una experiencia extraña y que no deseaba clasificarla. Extraña, perturbadora, deliciosa, casi de otro mundo… y así prefiero recordarla.

FIN.
Autor: Jean Anouch

Vocabulario. Por si os sirve de ayuda...
1-  Enrumbar: poner rumbo, dirigirse a alguna parte.
2-  Arrecho: excitado sexualmente.
3- Casaca: Chaqueta, remera. Generalmente, prenda de vestir con mangas que llegan hasta la muñeca, hecha de material resistente, como paño, cuero, etc.
4- Mamadera: Utensilio para la lactancia artificial. Biberón.
5- Vacearan: forma coloquial del imperfecto de subjuntivo del verbo VACIAR, vaciaran o vaciasen.

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